Hace muchos años que no voy al Primavera Sound, pero ya me resultan complicadas hasta las instrucciones para comprar un abono, parecen las de un escape room.
La peor reseña que he leído de Antidepressants: llena de lugares comunes, no falta el mantra del post-punk, las comparaciones con sus álbumes de los 90 (Suede ha sacado cinco discos en los últimos doce años, yo estoy convencido de que no lo compara con esos porque, simplemente, ni los ha escuchado) e incluso dice «y eso que hace tiempo que ya no está Bernard Butler». Pues sí, estuvo en el grupo unos 5 años y hace más de 30 que se fue, igual los suficientes como para no seguir mencionándolo como referente en una crítica por lo demás con una prosa desganada y hecha para cumplir el expediente (mucho mejor lo mío, ¡dónde va a parar!). De verdad que no es una pataleta de fan, es que es realmente una mierda. Para lo que estás quedando, Rockdelux (tampoco quiero yo cargar las tintas en el crítico, que seguramente para lo que debe de cobrar un periodista freelancer el tiempo que ha invertido ―poco― es más que suficiente). Entre esto y una sección en concreto que me dan ganas de arrancarme los ojos cada vez que me la encuentro (sin querer), creo que ya no renuevo nunca más la suscripción. Me vale con los dos o tres artículos gratis al mes (tampoco es que lea ya muchos más) y a la revista de papel que envían dos veces al año le hago un poco de caso el primer día y luego se queda acumulando polvo.
Ya no vivo en una ciudad, pero no sé quién podría estar en contra de esto:
This past weekend Londoners got a glimpse of the future of Oxford Street as it went traffic-free for the day. Here’s what they thought ⬇️
Lo primero es el cierre al tráfico por un día de Oxford Street, que el alcalde de Londres, Sadiq Kahn, quiere hacer definitivo. Lo segundo, una de las múltiples intervenciones llevadas a cabo por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, para seguir robándoles espacio a los coches y devolviéndoselo a la gente, ampliando también los espacios verdes. Cambios que, además, y contrariamente a lo que se suele creer, no los han penalizado en las urnas: ambos renovaron sus mandatos y volvieron a ganar las elecciones llevando a cabo este tipo de políticas. No lo voy a comparar con ninguna ciudad española, que luego dicen que son odiosas (las comparaciones, digo).
(Hay dos canciones tituladas «10 años después», una de Los Rodríguez y otra de Álex & Christina; la buena es la segunda, por supuesto).
Me ha dado por entrar en el Tumblr que tuve (creo que he publicado en todas las plataformas posibles) y la última entrada que había era la de mis canciones favoritas de 2015. Lucía tal que así:
Me ha sorprendido que hay canciones que no reconozco en absoluto por el título: la de Priest (39), esa en concreto de Beach House (35), la de Nacho Umbert (32)… pero más todavía que al que ir a buscar alguna, ni siquiera me suena haberla escuchado nunca, como la de Julio Bashmore ft. Sam Dew (!?), aunque aparentemente en 2015 la consideré la vigesimosegunda que más me gustó.
Sin embargo, tengo pocas objeciones que ponerle aun hoy en día a mi top 10 de entonces. Sin haber sido yo nunca muy del estilo (brecha generacional, etc.), la de La Mafia del Amor (la sucursal reguetonera de PXXR GVNG, que también estaban ahí, cerrando la lista) me sigue pareciendo temazo.
Lo mismo con la del chileno Gepe, creo que es mi canción favorita suya, toda ella es una maravilla pero la parte en la que empieza a cantar Wendy Sulca es magia (parecida sensación a cuando entra Jeanette en «La puta canción de amor en la que el chico gana» de Miqui Puig», otra canción magistral y otro featuring perfecto)
La de Grimes tampoco recordaba que me hubiera gustado tanto en su momento, pero sí, volviéndola a escuchar puedo entender el porqué. El que estuviera un tiempo con Elon Musk y tengan tres hijos llamados X Æ A-Xii, Exa Dark Sideræl y Techno Mechanicus es algo en lo que nunca he indagado mucho, pero igual es mejor así.
Con New Order me pasa lo que con muchos otros grupos cuando no existían las plataformas de streaming y no tenías acceso a la carta a toda la música que querías de todo lo que te interesaba: en los 80, aparte de «Blue Monday», apenas los escuché, me enganché a ellos a partir de Republic (1993) y de su recopilatorio de grandes éxitos del 94, pero mis discos favoritos suyos, por vividos, son los posteriores (sobre todo, Waiting For The Sirens’ Call). Music Complete también me encanta y esta fue mi canción favorita del disco.
Moon Tapes era un grupo de Ámsterdam que yo creo que ya no existe ya, y de los que, en cualquier caso, solo conozco esta canción. Es tan deudora de los Smiths que yo creo que Mike Joyce (que saca sus memorias en noviembre y tengo muchas ganas de leer) podría pedirles también a ellos parte de los royalties que les sacó a Morrissey y Marr. Moon Tapes también lo sabían, así que en esta actuación empezaban reproduciendo el inicio de «This Charming Man», que no estaba en la versión de estudio.
No tenía pensado comentar todas las canciones, pero visto que va a ser así, dejo el resto para mañana (o cuando toque).
Como me sucede tantas veces, tenía una idea sobra la que escribir hoy y voy a acabar haciéndolo sobre otra que no tenía nada que ver con la primera, pero que se ha interpuesto en mi camino y ya no puedo desechar. El caso es que he recordado un programa de televisión que vi hace muchos años (muchísimos, estamos hablando de 1998) que se llamaba A song for Eurotrash, del canal británico Channel 4, y que era como una especie de repaso jocoso de momentos destacados del festival de Eurovisión. En realidad era algo así como un spin-off de otro programa, que se llamaba Eurotrash a secas, que se hizo porque precisamente en ese año, el 98, Eurovisión se celebraba en el Reino Unido.
Recuerdo el programa como un poco alocado y no especialmente gracioso (o tal vez es que no pillaba muchos chistes). La verdad es que no lo he vuelto a ver, pero está completo en YouTube por si alguien tiene curiosidad (dura menos de una hora). Lo que sí me llamó la atención, y por eso no lo he olvidado nunca, fue la selección musical, que consistía en que artistas famosos hacían versiones de canciones que fueron exitosas en el festival. En el programa solo salían fragmentos, pero llegó a editarse un disco con las versiones completas. Y había unas cuantas joyas, destaco tres:
Mi favorita: Dubstar versionando el «Poupée de cire, poupée de son» que compuso Serge Gainsbourg y con el que France Gall ganó Eurovisión en 1965 (representando a Luxemburgo). Dubstar la llevaron a un terreno estilístico completamente distinto, pero para mí su riesgo funciona y encima contaron con la voz invitada del legendario Sacha Distel. Pincharía esto siempre que tuviera ocasión.
¿A quién le encargaríais una versión del «La la la» de Massiel si tuvierais ocasión de elegir? Yo, sin duda, a Saint Etienne. Afortunadamente, los responsables de A Song for Eurotrash tuvieron la misma idea. Lo que sí me da pena es que no se me ocurriera a mí el hallazgo de uno de los comentaristas del vídeo en YouTube para definir el cover: MASSIEL ATTACK.
Y un último match made in heaven: Bananarama versionando el «Waterloo» de ABBA, que fueron los ganadores de otra de las ediciones del festival celebradas en el Reino Unido, concretamente en Brighton. Casi exactamente tres meses después de su victoria, y a escasos doscientos kilómetros de distancia, nacía yo (no sé cuántas cosas explica eso).
Pero este sí quiero celebrarlo (o recordarlo, o lo que sea) porque es una de mis canciones favoritas de la vida y porque recuerdo perfectamente la primera vez que la escuché. Tampoco es una historia demasiado relevante o llamativa: estaba en un sitio tan poco glamuroso como el baño (cepillándome los dientes, o algo así) escuchando una emisora de radio llamada Xfm (hoy en día Radio X) en la casa en la que vivía entonces (339 Kennington Road, SE11 4QE London, ¡qué feliz fui allí!). Aun igual no siendo relevante o llamativa la situación, sí recuerdo el asombro instantáneo cuando empezó a sonar, que siguió manteniéndose hasta el fin. Ya conocía a Ladytron, ya me habían gustado 604 y Light & Magic, ya había estado en conciertos suyos (en dos FIBs diferentes), pero esto era, sin duda, la vez que mejor. Era «Destroy Everything You Touch». Pues fue en septiembre de 2006 («¿cómo es posible que hayan pasado 20 años?»).
Como todo no puede ser perfecto, el vídeo de «Destroy Everything You Touch» nunca me ha gustado, pero esta versión en directo casi lo es; uno de mis ideales musicales y estéticos.
Para los que somos fans de Ladytron, fue bastante palo que Reuben Wu, uno de sus cuatro miembros fundadores, dejara el grupo tras la publicación en 2023 de su ¡séptimo! álbum, Time’s Arrow, para dedicarse a una de sus facetas artísticas, la fotografía, pero paradójicamente, el mejor concierto que les he visto a Ladytron (y he visto unos cuantos) fue uno de los primeros que dieron sin él, en el festival Tomavistas de ese mismo año. Esto es «Seventeen», otra de sus obras maestras.
(Tengo un recuerdo de haber acudido en la Hayward Gallery, una noche de Halloween, con Luis, a una proyección a cámara lenta de Psicosis de Hitchcock en la que Reuben pinchaba durante horas a modo de banda sonora. Pero igual que recuerdo con precisión la primera vez que escuché «Destroy Everything You Touch», este otro recuerdo es difuso hasta el punto de que a veces me pregunto si tal vez me lo habré imaginado. He tratado de buscarlo en internet pero no encontrado ninguna referencia así, en primera búsqueda, y paso de meterme ahora en un rabbit hole porque si no, acabaré no publicando esta entrada hoy. O igual le pregunto a Luis).
El caso es que el siguiente álbum de Ladytron será ya el primero sin rastro de Reuben, y hace unos días se ha conocido el single de adelanto, «I Believe In You, que es muy prometedor. Qué ganas de volver a verlos.
El nombre de este artista afincado en Londres es William Barradale, pero se hace llamar A Thousand Mad Things. A pesar de haber publicado muy pocas canciones hasta ahora, tiene ya al menos un hit, este corte de synthpop ochentero titulado «Wide Awake». Su primer EP sale el próximo 3 de octubre y hace poco estuvo teloneando a The Human League, nada menos (lo cual además tiene todo el sentido).
Debajo del vídeo oficial dejo un pequeño fragmento grabado por mí. Como anécdota, durante su actuación a mi lado había una mujer con el móvil puesto en videollamada retransmitiéndole a alguien el concierto. Una de las veces que hicimos contacto visual me dijo emocionada: «It’s her grandma!» (con lo que supongo que ella era su madre o, en su defecto ―y esa fue más mi impresión, aunque igualmente enternecedor―, su tía).
(Esta es una serie dedicada a algunos de mis artistas favoritos de la edición de 2025 del festival The Great Escape, puedes ver las anteriores entradas pinchando en la etiqueta de debajo o directamente aquí).
Pues mira, ojalá le resulte y escriba un libro nuevo, porque todos los que ha sacado hasta ahora son fabulosos y porque echo de mucho menos sus columnas en The New Statesman. Los he recomendado mil veces, pero no me importa hacerlo una más, que además la última vez dije que eran tres y son cuatro, en realidad. Traducido al español solo está uno de ellos (aquí titulado Otro Planeta. Memorias de una adolescente en el extrarradio), si no me equivoco otra vez.
Fue un notición que Tracey Thorn y Ben Watt, es decir, Everything but the Girl, regresaran en 2023 con un álbum de estudio titulado Fuse, que además estaba muy bien. Hacía 24 años que habían sacado el anterior, Temperamental (1999). Y otro notición fue que Tracey venciera su pánico escénico para que el grupo diera una serie de conciertos íntimos en el Moth Club de Londres. Tras el éxito de los primeros, ahora tienen una especie de residencia que aún continúa.
Lo que anuncian ahora Everything but the Girl es un recopilatorio que lanzarán en noviembre, y que empieza por todo lo alto, con la canción (o más bien su remezcla, a cargo de Todd Terry) que les cambió la vida: «Missing».
«We always liked albums that had a fast side and a slow side,» says Tracey of the compilation’s running order, «so we thought we’d start with the bangers and wind down with the ballads.»
A «Missing» le siguen «Nothing Left To Lose», del último disco, y una de mis favoritas, «Tracey In My Room (Lazy Dog Bootleg Vocal Mix)», que es en realidad un mash-up que Ben hizo de «Wrong» (una de las canciones de EBTG) y «Come Into My Room» de Soul Vision.
Obviamente, el grupo es mucho más que electrónica y pista de baile (aunque fue eso lo que los lanzó a la fama), y su eclecticismo y falta de prejuicios se ven reflejados en el resto del tracklist, que termina con el que fue su primer single, su versión del «Night And Day» de Cole Porter.
Iba a hablar de más cosas, pero las dejo para otro día. Sí voy a aprovechar para decir que esta es la última entrada del blog que anuncio en Bluesky. Lo estaba haciendo más que nada para que la gente supiera que esto existía, pero a estas alturas imagino que esa función está cumplida. Recuerdo las otras formas de estar al tanto de lo que sucede aquí (aparte de entrar directamente, claro): el RSS o la suscripción al boletín de los viernes con las entradas publicadas esa semana. ¡Gracias!
“Tito me dijo ‘mi canción se va a llamar Superstar’ y yo le dije ‘le tienes que poner una e, como si dijeras super y estar. Un rollo como de David Lynch, como de estar en el ajo, estar en el candelero, pero también algo castizo como de cuarto de estar”, explica. Tori mira la portada en su móvil mientras habla por teléfono y piensa que debería haber puesto la e en cursiva para que se notara más. El diseñador se ríe al enterarse de que la serie que ha rodado Nacho Vigalondo para Netflix también se llama Superestar, con la e en medio. “Fue la mayor gamberrada, sin intención de ser gamberros”.
Otra cosa que me ha llamado la atención es que se dice (y no tengo por qué dudar que es cierto) que la canción «La pesada» la escribió Juanjo Fernández, conocido sobre todo por su proyecto Teen Marcianas y fallecido en 2021. Yo no tengo la edición física de Superestar, pero en Discogs aparece acreditada a un tal J. Fernández, y al pinchar al enlace te lleva al perfil de Joaquín Rodríguez, de Los Nikis (que se apellida Fernández de segundo). Y Joaquín de Los Nikis es la persona que yo siempre pensaba que había compuesto «La pesada», aunque tiene más sentido que fuera Juanjo Fernández, ya que la producción y los arreglos sí se le acreditan a Teen Marcianas.
Recomiendo, eso sí, evitar leer los comentarios al artículo, y en general cualquier comentario que se deja en la sección de Cultura de elDiario.es, que suele estar llena de gente a la que 1) no le gusta la cultura, o 2) solo le gusta lo que ellos consideran cultura (supongo que serían felices con artículos diarios sobre Ismael Serrano, Serrat y el Nuevo Mester de Juglaría).
Cultos y furiosos.
Lo que está muy bien es su boletín semanal, que suelen escribir la propia Elena Cabrera o también Javier Zurro, la opción para suscribirse está en esta página.
También muy recomendable es Siesta en la pagoda, la newsletter de Cristina Plaza, también conocida musicalmente como Daga Voladora. Su última entrega, SINCARAZ PARA JUBILADOS, es particularmente desternillante, una crónica sui géneris de la final del Open USA de tenis como no podrás leer en ningún otro lugar.
Y last but not least, el blog picadura de abeja, en el que Estanis Solsona hace una de las cosas que más le gustan: escribir sobre música. Estanis ha sido colaborador de varios medios musicales españoles y es también el autor de Peace Isn’t Quiet – La Música de Kristin Hersh (Ed. Milenio, 2018). Contaba el otro día en Bluesky que andaba un poco con «bloqueo del escritor», pero lo ha roto con esta crónica de, precisamente, un concierto de Throwing Muses en La Marbrerie de París (un sitio muy guay donde yo vi el año pasado a Françoiz Breut, por cierto), y espero que continúe el desbloqueo.
Hay mucha ―muchísima― gente, encantada con Antidepressants, el nuevo álbum de Suede, décimo ya de su carrera y quinto desde que volvieran en 2013 tras su separación y posterior regreso. Entre esa gente están críticos musicales que en los últimos tiempos habían sido bastante tibios con ellos y también público que había escuchado sus últimos discos de refilón o que directamente no lo había hecho. Ahora mismo tiene una puntuación de 91/100 en Metacritic y mañana podría ser número 1 en el Reino Unido (con permiso de Sabrina Carpenter, que en realidad es probable candidata a repetir en lo más alto en su segunda semana), algo que en el pasado Suede consiguieron tres veces, la última con Head Music en 1999. Aclaro aquí que de sus últimos cinco discos, todos han entrado dentro del top 10 británico, y que el anterior, Autofiction, fue número 2, así que tampoco es que ninguno de ellos haya sido un fracaso estrepitoso, al menos si tomamos como referencia las listas (con todas las reservas que eso conlleva teniendo en cuenta el sistema actual, donde la mayoría de los álbumes pueden tener una excelente primera semana impulsados por su fanbase, las diferentes ediciones, boxsets, etc. y a la siguiente caerse incluso del top 100). Tampoco descarto en esta renovada atención por el grupo el papel que puede jugar el innegable revival del britpop, varios de cuyos otros ases están de nuevo bajo el foco (aunque probablemente Suede fueran de los menos britpop del britpop).
Soy muy fan de Suede (y vivo con una persona que lo es incluso más). Lo soy desde los 90, desde que en Los 40 de Canal+ pusieron en dos semanas consecutivas los vídeos de «The Drowners» y «Animal Nitrate», que me volaron la cabeza. Lo dejé de ser un poco cuando el desastre de la época final que desembocó en A New Morning, pero luego lo he sido todavía más durante esta segunda etapa. Los hemos visto tantas veces en directo que ya he perdido la cuenta: en varias giras distintas en el Reino Unido (con hasta cuatro conciertos consecutivos en cada una viajando en tren entre las distintas ciudades) y en otros muchos lugares españoles o europeos, ya fuera en sala o en festivales; hemos estado en las primeras filas siempre que el núcleo duro de su peculiar club de fans (The Insatiable Ones, un universo en sí mismo) lo permitiera con su estricto sistema de turnos; hemos tocado (con el debido respeto) y abrazado a Brett, y hablado con él y el resto de miembros del grupo en firmas de discos. «You’re not a heritage band!», le dije una vez, algo que también ellos defienden, aunque muchas veces, y viendo sus setlists, esto esté más sostenido por palabras que por hechos.
No cuento todo esto, por supuesto, porque crea que mi opinión es más válida que la de nadie, sino para contextualizar un poco de dónde viene. Y también para que se entienda que con este bagaje lo normal debería ser que estuviera contentísimo con la acogida de Antidepressants, y no es que no lo esté, porque obviamente me alegro de que les vaya bien, pero también me da un poco de rabia que sea con un disco que a mí no me parece precisamente de los más memorables que han sacado últimamente. No me gustan nada ni la canción que le da título al álbum, que fue la primera que se conoció (en una versión en directo), ni el primer single («Disintegrate») ni el tercero, que parece haberse revelado como nuevo hit instantáneo de la banda («Dancing With The Europeans»). Sí me gusta, y mucho, el segundo single («Trance State»), que me parece de largo la mejor canción del disco. Pero con este balance de una de cuatro, cuando llegó la hora de comprar entradas para las presentaciones, firmas, conciertos… esta vez tuvimos demasiadas dudas y no ha habido nada de eso (ni la compra de varias ediciones distintas del disco para apoyar su llegada al número 1, que hemos sido de los que en el pasado han participado en ese juego perverso, confieso). También es cierto que la logística desde aquí es más difícil que desde Madrid para ese tipo de viajes, pero más que nada ha sido, esta vez, la falta de ilusión.
Cero objeciones a esta maravilla.
Brett Anderson ha repetido hasta la saciedad en las entrevistas que Autofiction era su disco punk y que Antidepressants sería su disco post-punk. Obviamente, es un titular demasiado jugoso como para no incluirlo en todas y cada una de las críticas (como reconoce Sebas en Jenesaispop, que lo hace pero siendo consciente de que ahí estaba el anzuelo). Sin embargo, el guitarrista Richard Oakes, cuando le preguntan por esa frase en otra entrevista en Rockzone, primero se excusa y luego da una explicación que a mí me parece más ajustada a la realidad:
Bueno, la razón por la que no hago muchas entrevistas es porque no se me ocurren frases ingeniosas y llamativas (risas).
[…]
Pero después de The Blue Hour, cuando decidimos empezar de cero en cuanto a enfoque, fue: vamos a ser disonantes, toquemos solo acordes disminuidos, notas que no encajan bien con el acorde. En Antidepressants, muchas notas no se ajustan a la armonía: quintas disminuidas, sextas bemol… cosas incómodas. Y me gusta. Es mi gusto ahora mismo: tocar cosas algo ásperas y cortantes. Pero eso no significa que en dos años no estemos escribiendo cosas mucho más melódicas. Nunca se sabe, simplemente sigues lo que sientes. Es como cuando escuchas bandas como Sonic Youth, o el lado más alternativo de Nirvana, que no escribían canciones siguiendo un libro de acordes. Solo ponían los dedos en el mástil hasta que algo sonaba bien. Me gusta ese enfoque.
Los dos últimos discos de Suede tienen, efectivamente, menos arreglos de cuerdas, guitarras más pronunciadas y un sonido, podríamos decir, más crudo (y la característica repetida además de que a Brett ahora le gusta mucho recitar ciertas partes en vez de cantarlas), y está claro que, aunque como titular sea efectivo, yo sigo sin ver qué tienen de punk canciones como «She Still Leads Me On» o de post-punk «Dancing With The Europeans». Puestos a buscar titulares, el mío sería que Antidepressants es Autofiction part 2… pero con peores canciones. Quitando la citada «Trance State» no encuentro aquí ninguna otra que brille a la altura que lo hacían «She Still Leads Me On», «Personality Disorder», «15 Again», la espectacular «The Only Way I Can Love You» o, mi favorita, una cara B no incluida en el disco titulada «The Sadness In You, The Sadness In Me».
Insisto, no quiero decir con todo esto que yo tenga razón y que soy el que voy conduciendo en el sentido correcto mientras esquivo mareas de coches kamikazes. Está claro que hay en estas canciones algo que ha conectado con otro público y no conmigo (ni con otros muchos fans acérrimos, esto también es cierto), no pasa nada. Pero, y tal vez esto sea más anecdótico que otra cosa, los propios títulos de las canciones ya me tiraban un poco atrás, yendo desde lo autoparódico (el «Dancing With The Europeans» que remite a «Europe Is Our Playground», como también señala Sebas en su crítica), otros que parecerían versiones fake de canciones de otros grupos porque no has podido comprar los derechos de la real («Disintegrate», «June Rain») o, lo que es peor, otros que podrían perfectamente ser de los U2 de la última época («Somewhere Between An Atom And A Star», «Broken Music For Broken People» o «Life Is Endless, Life Is A Moment»). Incluso musicalmente «June Rain» tiene algo de esos U2 pochos, como cuando Brett entona «walk into the traffic flow«, que puedes imaginarte perfectamente a Bono cantándolo.
Un montaje que me ha hecho mucha gracia, con todas las veces que Suede dicen car en sus canciones.
Volviendo a «Dancing With The Europeans», pues sí parece que será uno de sus nuevos éxitos, pero tampoco es nada nuevo que puedas detestar grandes hits de tus grupos favoritos. A mí con ellos me pasa con varias («She’s In Fashion», «Can’t Get Enough», «Metal Mickey», incluso un poco con «The Wild Ones»…), pero especialmente con «Beautiful Ones», que no la soporto, especialmente en la versión extendida que hacen últimamente en directo con extra de na-na-nas, arriba-esas-palmas y todos-juntos-conmigo. Pues a ese selecto grupo ha entrado instantáneamente la de los europeos bailando, que me ha rechinado desde el primer momento y es superior a mis fuerzas, no puedo con ella.
«Dancing With The Europeans» tampoco ha calado demasiado en el club de fans oficial; «June Rain», curiosamente, sí.
En fin, quién sabe, aunque hora mismo lo vea muy improbable, si de repente en un futuro próximo tendré una epifanía y el disco me acabará encantando, ojalá, y, no nos engañemos, es muy posible que vuelva a verlos si amplían la gira el año que viene (para finalmente acabar siendo, irónicamente, uno de los europeos bailando con ellos esa odiosa canción). En cualquier caso, aprovecho para recomendar los otros cuatros discos de esta segunda época, por si a alguien le apetece seguir reconectando: Bloodsports (quizá el que menos me guste de estos cuatro, pero aun así con algunas canciones muy destacables), Night Thoughts (que presentaron con una gira muy chula, y en algunos sitios incomprendida, interpretando en el mismo orden del disco las canciones refugiados tras un telón en el que se proyectaban vídeos hechos ex profeso), The Blue Hour (otro disco muy oscuro a su manera, el favorito de Mariana Enríquez, otra fan fatal de Suede sobre los que escribió un libro, e inspirador, según ella, de Nuestra parte de noche) y, mi favorito y creo que el más completo en su conjunto, Autofiction.
Y para terminar, una lista de canciones de estos últimos doce años. A quien le gustaran Suede en los 90 o a quien le haya encantado Antidepressants, me cuesta creer que no le gusten también estas.
Aunque se supone que esta sección va de artistas (más o menos) nuevos, los tinerfeños San Tosielo llevan publicando música desde 2021, incluyendo su álbum de debut, que salió en 2023, y están preparando ya el segundo para el año que viene. Pero el caso es que yo los he conocido hace poco y acabaron de hacerme clic definitivamente con esta canción de aire nostálgico que habla (en español, a pesar de su título) de la imposibilidad de saber si ciertos momentos vividos acabarán convirtiéndose en recuerdos imborrables o acabarán perdidos en el olvido. Nada nuevo, pero probablemente algo siempre efectivo, al menos para mí. Y ya sea por lo pegadizo o un cierto soniquete similar, mi cabeza la emparenta lejanamente con el «As It Was» de Harry Styles (aunque aquello son palabras mayores, claro).
Tuve ocasión, además, de verlos en directo el pasado fin de semana en el Phe Festival de Puerto de la Cruz. Mañana a ver si hablo un poco de eso y de otras cosas que vi (que tampoco fueron muchas, en realidad).
(Prueba esto es una serie dedicada a nuevos artistas españoles que voy descubriendo, puedes ver las anteriores entradas pinchando en la etiqueta de debajo o directamente aquí).
Del club grupos-británicos-con-nombre-de-cinco-letras-que-empieza-por-s-que-me-flipan, hoy sacan disco dos: Suede y Shame (los otros tres son Sorry, Squid y SPINN).
Por orden, estoy escuchando el de Suede, Antidepressants, que aparte de pertenecer a ese exclusivo club, son además uno de mis grupos favoritos de la vida. Mi opinión, de momento, es que es bastante peor que el anterior, Autofiction, que me parece uno de los mejores de su carrera (este es algo así como una continuación de aquel, pero con peores canciones, y hay algunas que detesto profundamente, como los singles «Disintegrate» y «Dancing With The Europeans»). Por cierto, con este Suede ya han sacado cinco discos desde el punto en el que se separaron, los mismos que en la primera etapa, con lo cual igual ya es hora de juzgarlos más por lo que son ahora que por lo que fueron antes. Y en esa comparación la época más actual no es la que sale peor parada. Pero ya hablaremos. Esta es «Trance State», que sí es un temazo.
También empiezan por s (pero con más letras) y sacan disco nuevo, además con la triste noticia de que es el último de su carrera, Saint Etienne. Gracias por todo, Sarah, Bob, Pete.