Since the late 1970s, the US’s most prolific concert poster artist Mike King has influenced how music lovers visualize their favorite artists. A new exhibition titled Copy/Paste/Print/Repeat features some of his rarer designs at New York’s Poster House through 2 November
A pesar de que este año no se cumple ningún aniversario redondo de su publicación, que fue hace 27 años, parece que Ray Of Light, el que muchos consideran uno de los mejores álbumes de Madonna ―si no el mejor― se ha puesto insospechadamente de moda en 2025, con varios artículos hablando de su influencia hoy en día, como señalaba ―enlazando uno de ellos― ayer ivncnt en Bluesky.
Un artículo de varios que están saliendo sobre la influencia de Ray of Light en la música del 2025. Lo cierto es que entre unas cosas y otras yo también lo he estado escuchando bastante en los últimos meses.
Ahí se habla de su sonido y de la repercusión que en general ha tenido en artistas tan de actualidad como Kelly Lee Owens, FKA Twigs, Erika de Casier, Addison Rae o JADE. También está contribuyendo a aumentar el runrún en torno al álbum que haya salido hace poco Veronica Electronica, un disco de remezclas de algunas canciones de Ray of Light que en su día no llegó a publicarse y ahora sí, y que no sé si es exactamente causa o consecuencia del renovado hype.
La primera referencia que recuerdo haber leído este año (igual hubo otras antes) sobre el disco fue esta del famoso crítico musical británico Pete Paphides, durante el festival de Eurovisión, en mayo.
What I've realised watching Eurovision this year is that – across Europe – this might actually be the most influential album of the last 30 years.
Y algo que me resultó curioso es que Rockdelux rescatara el mes pasado la crítica que en su día se publicó en la revista y que firmaba Víctor Lenore, que no dejaba en muy buen lugar al disco, pero tampoco a su autor ni a sus dotes como crítico.
“Más allá del inofensivo fondo musical, ‘Ray Of Light’ (1998) es risible por el entusiasmo con que Madonna abraza el tópico de su renacimiento místico”🔙 Hoy recuperamos la crítica que Víctor Lenore hizo del séptimo álbum de estudio de la Ciccone.
De Madonna me quedo con el lado animal; con la mirada que captó Steven Mesiel para la carpeta de “Like A Virgin” (1984). Solo mezclando ese punto de salvajismo con mucho trabajo duro pudo forjarse un mito como el suyo. Y solo recuperándolo, aunque sea en parte, podrá sobrevivir ahora que le toca seguir modas en vez de crearlas.
Pero, ay, cuando el instinto deja paso al cerebro, millones de fans se echan a temblar. Aparece entonces la Madonna calculadora que firma un disco plano y estándar –“True Blue” (1986)– para demostrar que no es flor de un solo éxito. O la que, acomplejada por su condición de estrella pop, desaparece entre autocomplacencia expresiva –“Erotica” (1992)– y superficialidad literaria –“Sex” (1992)–. O esa otra que nos hace perder el tiempo con géneros –“I’m Breathless” (1990) o “Evita” (1996)– que ni la necesitan ni la reclaman. Y me temo que su nuevo disco tiene un poco de todo esto.
“Erotica” aburrió porque contenía dos estribillos en setenta minutos. Con “Ray Of Light” se va más allá, prescindiendo incluso de las melodías. Todo aquí se diluye en las etéras secuencias electrónicas cocidas por William Orbit o en colchones sonoros sustitutivos de las baladas. Más allá del inofensivo fondo musical, este disco es risible por el entusiasmo con que Madonna abraza el tópico de su renacimiento místico; desde el sincero arrepentimiento por sus faltas (“Drowned World/Substitute For Love”) hasta doce propósitos de enmienda teñidos de esencias orientales (escucha “Shanti/Ashtangi”: puro Khula Shaker). Lo único realmente triste es que el desprecio al pasado augura que este es un viaje meditado y sin posible retorno.
“De chica material a chica espiritual”, titulaban los periódicos tras su viaje relámpago a Madrid. No nos dejemos enredar. El verdadero dilema está en retomar la madurez felina de “Bedtime Stories” (1994) o naufragar entre lamentos de artista incomprendida.
No voy a entrar a valorar la deriva ideológica y periodística (por decir algo) de Víctor Lenore, pero teniendo en cuenta el grato recuerdo que dejó su paso por Rockdelux, tiene bastante sentido que la intención de los responsables de la revista reflotando su reseña haya sido mofarse de él y de sus habilidades como visionario.
Recordemos las palabras que le dedicó el director de Rockdelux, Santi Carrillo, a Víctor Lenore en este programa de Carne cruda, ante un Javier Gallego atónito, y que también transcribo (aproximadamente) después. El corte es a partir de 1:40:38 / 100:38, más o menos:
Bueno, Víctor Lenore es una muestra clara de cómo perder los papeles y no darse cuenta en el intento, ¿no? Solo hay que ver sus artículos, esto que hablábamos de los ganchos, de los ciberganchos, ciberanzuelos… para conseguir visitas con sus medias verdades, sus rumores infundados, su periodismo basado en apreciaciones subjetivas sin confirmar, su apuntar sin disparar y otras mil cosas que van en contra del código deontológico más básico del buen periodismo.
[…]
Es una bazofia lo que escribe Víctor Lenore, además siempre en medios totalmente de derechas, cuando él va de izquierdas. Es un puro panfleto andante, una basura como periodista, y entonces lo único que podemos decir ante estas cosas es que ya tuvimos en España ―sobre todo―, tuvimos un momento en el que el nacionalcatolicismo nos embargó de tristeza, dolor y miseria, y ahora solo falta que esta nueva izquierda, que está basada en curitas y monaguillos, nos haga todavía la vida peor basada en una normativa política, una normativa política de comisarios políticos que intentan subvertir la libertad y el gusto de la gente a nivel individual. Y este tipo es uno de ellos, que ha malbaratado toda la formación que le dimos en Rockdelux y que tuvimos ya que finalmente llamarle la atención en su sección Truco o trato, sus dos últimos años lamentables, intentando que el entrevistado respondiese lo que él quisiese ―lo que Víctor Lenore pretendía que respondiese el entrevistado, quiero decir.
Probablemente, conociendo a Santi Carrillo, de lo único que se habría arrepentido hoy en día (la entrevista es de 2020), es de considerar a Lenore como una persona «de izquierdas». Por lo demás, creo que se despachó a gusto.
Terminamos este viaje con la canción que daba título al álbum de Madonna con el que lo empezábamos y que ―yo también lo creo― es un discazo plenamente vigente e influyente en 2025.
She’s in Parties ―británicos, aunque con cantante irlandesa― era uno de los grupos que más ganas tenía de ver este año, y en gran parte gracias a esta canción, que tenía en bucle ya antes de poner un pie en Brighton y que está incluida en un EP del año pasado que les produjo nada más y nada menos que Stephen Street (su interminable e impresionante lista de créditos como productor incluye a The Smiths ―también Morrissey en solitario―, The Cranberries, New Order o gran parte de la discografía de Blur).
A veces sucede que el poder de la anticipación es tan grande que acaba ahogando la sensación final, y aunque pocas pegas puedo poner objetivamente al concierto que dieron, por alguna razón acabé conectando con ellos menos de lo que pensaba. Lo cual no quita que «The Times» me siga pareciendo un temazo y que los siga teniendo en mi radar para seguir sus próximos pasos (han publicado single nuevo hace bien poquito).
(Esta es una serie dedicada a algunos de mis artistas favoritos de la edición de 2025 del festival The Great Escape, puedes ver las anteriores entradas pinchando en la etiqueta de debajo o directamente aquí).
Siempre ha habido un cierto secretismo en torno a la composición de aquellas primeras canciones; no suelen aparecer acreditadas en ningún sitio. De hecho, en una crítica que ha publicado recientemente Jenesaispop sobre Superestar (el disco) se habla de «autoría indefinida» y se indica que en el CD figura simplemente la anotación «Derechos reservados». Sin embargo, yo recordaba que, hace unos años, en una entrevista que le hizo Miguel Agnes en EPSA a Tamara (me encanta que en este revival todos volvamos a referirnos a ella por su nombre original, por cierto) se abordaba este asunto. Así que fui a buscarla y, efectivamente, a partir del minuto 10 cuenta que los temas se los compusieron dos grupos llamados 16 Válvulas y Sueños Virtuales, a los que llegó a través del estudio de grabación. Unos se encargaron de las letras y otros de la música; y, escuchando el estilo de ambas bandas, parece bastante claro que de esto último se ocuparon Sueños Virtuales.
Por lo demás, la entrevista en sí está muy guay: Tamara cuenta detalles sobre sus inicios, la etapa de Crónicas Marcianas, Superestar, los tejemanejes de la industria y la en su momento célebre «mano negra» que supuestamente truncó su carrera. Y, como curiosidad, los temas que suenan en el podcast son de Oviformia SCI y Heroica, dos de los grupos de Lucho Prosper, y algunos de los cuales («Me odio cuando miento» y «Hombres») serían luego regrabados y popularizados por Fangoria.
Durante la charla, en varias ocasiones se habla de la posibilidad de reeditar los discos de Tamara (ella es la dueña del máster de Superestar), pero han pasado trece años desde entonces y nunca se ha hecho. Tal vez ahora sería una oportunidad perfecta, con el tirón de la serie, aunque igual le haría perder el estatus de disco de culto por las poquísimas copias que circulan actualmente. Y tampoco estaría mal que se reeditara o regrabara la canción que nos ocupa, «No me pidas», que tiene potencial de sobra para convertirse en un hit hoy en día.
Prueba esto es finalmente el nombre con el que me he quedado (tras descartar títulos loquísimos que me proponía ChatGPT, que no ha sido demasiado útil aconsejando) para esta sección dedicada a una de mis aficiones favoritas: descubrir nuevos artistas españoles. Y para empezar, Santas, un valenciano del que no sé mucho más, pero que sacó a finales del año pasado esta canción, un hit technopopero de los de llorar en la pista de baile y que me hace acordarme muchísimo de Ellos (siendo esto un piropazo, obviamente).
No he escuchado entero Self Titled, el nuevo álbum de Kae Tempest, solo dos de las canciones de adelanto que había sacado («Statue In The Square» y «Know Yourself», ambas magníficas), pero he visto que Neil Tennant cantaba en una del disco y me he ido directamente a por ella. Y es muy emocionante.
I never knew How little I knew until I met you I never knew How perfect things were, until I was perfect for you
Pero qué voy a decir yo, claro. Pues algo parecido a lo que comenta alguien en YouTube:
Aparte de este match made in heaven, aprovecho para recomendar Divisible entre sí mismo y uno, el poemario (uno de los varios que tiene Kae Tempest, aparte de otras obras literarias) que publicó el año pasado en España Arrebato Libros, en una cuidadísima edición bilingüe traducida por la también polifacética escritora y actriz Violeta Gil. Un tratado (que en ocasiones requiere de una lectura ardua y esforzada) sobre orgullo, amor e identidad.
Uno de los hándicaps de ir a un concierto suyo puede ser no disponer de la traducción que sí proporciona el libro, con lo que a los que no somos hablantes nativos de inglés la ametralladora verbal de Kae nos puede resultar avasalladora, pero de igual modo es una experiencia cautivadora e imprescindible. Que nadie pierda la oportunidad si se le presenta cerca.
Tres canciones por las que empezar con Kae Tempest: «Europe Is Lost», «I Saw Light» (con Grian Chatten de Fontaines D.C.) y «People’s Faces» (escuchar esta sin llorar es un reto para mí).
Publiqué esta entrada originalmente en mayo de 2005 en el blog que tenía en aquella época. La reproduzco tal cual, sin cambiar nada respecto a entonces (incluido el título original). Adelante mi yo de hace 20 años, en el que todavía me reconozco bastante.
No cabe duda de que el caso de la artista conocida como Tamara, Ámbar o Yurena, según la época, es digno de estudio. Una chica de pueblo, con no muchas luces, poco o nulo oído musical, muy inocente, y con una ambición: hacer una carrera musical a pesar de tener una voz de lo menos afinada para tal menester. Y la pobre, no sé si por aquello de «el fin justifica los medios» se empieza a rodear de un autentico circo de frikis casi imposible de imaginar: Leonardo Dantés, Tony Genil, Paco Porras, Loly Álvarez, y, para rematarlo todo, su madre, la simpar Margarita Seisdedos. Y entonces llegan las polémicas surrealistas, las declaraciones absurdas, lo más kitsch que le ha sucedido a la prensa del corazón española en toda su historia. Todo sin duda de lo más inverosímil, pero desde luego más entretenido y divertido que las andanzas de otros profesionales de la prostitución sentimental.
Entonces sucede algo inesperado: algunos de los compositores más reputados de la escena musical del país (al menos en los círculos más alternativos) deciden adoptarla como musa y construirle un disco a su medida, autoparódico y a mayor gloria del personaje en el que se convirtió. Supongo que la razón primordial fue el de la transgresión, hacerla un icono si cabe más grande de la cultura basura, y, en definitiva, convertir a Tamara en lo más punk surgido en España en muchísimos años. Y si ese era el objetivo, no cabe duda de que se consiguió con creces: la mayoría del público vio Superestar como una broma de mal gusto, como un atentado musical, una forma de reírse de los músicos serios que luchan día a día por ganarse su pan (este tópico no me lo creo ni me lo he creído nunca).
Quizá haya también algo de transgresión en dedicarle una entrada monográfica a este álbum, pero más allá de eso, cuando digo que me gusta, y mucho, no miento. Lo único negativo que puedo decir de él es que lo he descubierto en su totalidad en 2005, cuatro años después de su publicación. Y ahora es cuando viene «la gran verdad»: Superestar de Tamara es un disco magnífico, que le da mil vueltas al 80% de la música publicada en España en los últimos años. Y me quedo tan ancho. Es cierto que uno tiene que acostumbrarse a su particular voz, pero una vez superado este obstáculo, uno se ve recompensado con creces. Este es Superestar corte a corte:
1. «Tiembla Tamara». Comienza el espectáculo de glorificación del personaje con máximas de justificación personal en la letra («No te pienses que soy algo pasajero, nauseabundo…»), reflejos de su imagen social («Soy espíritu de un mundo inmundo») y mi frase favorita de Tamara: «Odio el odio». Todo ello envuelto por una bonita melodía compuesta por Luis Miguélez y Juan Tormento, antiguos miembros/colaboradores de Dinarama y McNamara, entre otros, y actualmente conocidos como Glamour To Kill.
2. «Un recuerdo». Compuesta por Rafa Spunky, conocido sobre todo por su faceta de corista de Fangoria, es mi favorita del disco, y desde ya, un clásico techno-pop. La producción del propio Spunky es simplemente perfecta, con ese principio que recuerda a… ¡Kraftwerk! Y, sorprendentemente, la voz de Tamara se convierte en la mejor aliada de una triste letra sobre un fracaso amoroso.
3. «La noche». Es una de las canciones del repertorio anterior de Tamara, incluida en una maqueta que grabó en 1994. La renovada producción hi-energy la convierte en la más bailable del disco, y en otra de mis favoritas. Habla de algo tan viejo como intentar ahogar los problemas cotidianos en el hedonismo de las salidas nocturnas («La noche, es la hora de bailar»), lo cual la convierte en una pariente próxima, al menos temáticamente, del «Saturday Night» de Suede. Me hace gracia especialmente una frase: «Salgo deprisa de la oficina, hasta las diez no tengo nada que hacer». Y es que la improbabilidad de imaginarse a Tamara en un trabajo normal de 9 a 5 no deja de provocarme una sonrisa.
4. «Hablando por hablar». El particular «A quién le importa» de la bilbaína. Paradójicamente, canta a dúo con Víctor Sandoval (sí, el periodista del corazón, que también tuvo una efímera carrera musical hace años) un alegato en contra de la rumorología y de aquellas personas que no tienen nada mejor que hacer que dedicarse a criticar o inventar falsedades sobre vidas ajenas. La historia de su vida, vamos, y la de muchos más: «Envidia nada más, hablando por hablar, pequeñas víboras de bar. Su lengua usarán, y envenenarán, viviendo para criticar a los demás». Aparte del propio Sandoval, firman la canción Nacho Canut (Fangoria) y su hermano Mauro (aka Bazoka Nut, miembro de Los Vegetales e Intronautas).
5. «Superestar». En esta ocasión, firma Tito Pintado (Penelope Trip, Telefilme, Anti…). Otra letra de orgullo propio y de exaltación del ego («Mira las revistas, fíjate en las listas, soy número 1, éxito descomunal…») con producción y coros de lujo.
6. «Amor caníbal». Uno de los momentos más calmados del disco. Los autores son Nacho Canut y Carlos Berlanga, que es, como ya he dicho en otras ocasiones, uno de mis compositores musicales favoritos de todos los tiempos. Se nota su sello en la letra, magnífica, sobre la voracidad del amor, aunque musicalmente no es de mis preferidas del disco.
7. «Volverás a mí». Otra de las canciones antiguas de Tamara, aparece tal y como fue concebida en su día, sin nuevos arreglos o producción. De las más flojas.
8. «La pesada». Joaquín Fernández se une a la nómina de autores ilustres con esta canción que podría haber aparecido en cualquiera de los discos de su grupo, Los Nikis, aunque arropada por una producción electro cortesía de los barceloneses Teen Marcianas. Una de las que más me gustan.
9. «Nada para mí». Durante los primeros cuarenta segundos parece que estamos escuchando una canción de los Pet Shop Boys de la época Introspective. Pero pronto la voz de Tamara nos devuelve a su triste realidad («Esperando aquí sentada, ya no espero nada») y en otro momento nos reconoce sus miserias («No soy feliz»). Los autores vuelven a ser Nacho Canut y Carlos Berlanga, en un tema que no desentonaría en cualquier disco de Fangoria. Magnífica.
10. «Vete a la porra». La amarga melodía de Bazoka Nut y C. Barral sirve como perfecto armazón a una letra en clara referencia a su affair con el adivino verdulero (al que se apela ya desde el título). Vemos indicios de arrepentimiento, pero también claras intenciones de reírse de sí misma («Cuando vuelvo a recordar, no puedo evitar reírme en vez de llorar. Unas copas y algo más, no sé que pasó, qué hubo entre tú y yo. Y ahora es cuando me doy cuenta de lo estúpida que fui, qué inocente de la vida, cómo pude fijarme en ti, sólo sabes mentir»). Su particular venganza.
11. «Tú vas a ser mi hombre». Junto a «Un recuerdo», el momento más brillante del disco. La más guitarrera y una de las más pegadizas, parece salida del Rock station de McNamara. No en vano, componen y producen este auténtico himno, de nuevo, Luis Miguélez y Juan Tormento.
12. «No podrán conmigo». Una nueva letra de afirmación personal, un poco lastrada por una de las producciones más discretas, que la acercan peligrosamente a los terrenos de Camela.
13. «A por ti». La tercera de las canciones no compuestas ex profeso para Superestar y, sin duda, una de las más populares de la artista. Poco que añadir, salvo que me sigue haciendo mucha gracia la parte de «Hoy voy a salir sin ropa interior».
14. «Ven, ven, ven (Hiroshima Mix)». Como broche de oro para un álbum imprescindible, un breve experimento sonoro a capella y con vocoder a cargo de Ibon Errazkin y Teresa Iturrioz, miembros del desaparecido grupo donostiarra Le Mans.
Llevo tres capítulos de Superestar, la serie de Nacho Vigalondo sobre el tamarismo y sus satélites y confieso que me está gustando mucho más de lo que esperaba, le tenía miedo a este proyecto y no sabía cómo iba a salir, pero so far, so great.
Siempre me ha parecido un gran hallazgo esa letra ‘e’ ahí insertada entre la ‘r’ y la ‘s’ en el título Superestar, me parece que tiene todo el sentido del mundo aplicada al personaje y que incluso crea un juego de palabras y algún otro significado adicional. Sí, todo eso con una simple ‘e’. Por eso me da rabia (o más bien TOC) cuando en un montón de medios estos días lo veo escrito con la ortografía original de la palabra inglesa. ¡Esa ‘e’ está ahí por algo!
Antes que serie, Superestar fue un álbum de Tamara y también una canción que compuso una de las muchas rutilantes estrellas (¿o estars?) del pop español de las que la artista se rodeó en ese gran disco (en el que profundizaré algo más mañana). Así que decidí preguntarle a él, al gran Tito Pintado (también conocido artísticamente como anti) sobre el origen de esa vocal añadida, y muy amablemente me contó eso y algunas otras cosas muy interesantes sobre el disco y el fenómeno:
La posibilidad de hacerle una canción a Tamara surgió porque me lo propuso Sergio Aguilar, del sello Yo Gano/Tú Pierdes/Piérdete, al que conocía por medio de su novia María (que hacía el fanzine de las Extupendas con Laura Peseta/La Pequeña Suiza). El añadido de la E de Superestar no fue cosa mía, sino de Tori Arimbau (diseñador de la portada, que también hizo cosas para Fangoria y otra gente).
Solo coincidí con Tamara el día de la grabación, a la que acudió con su madre. También estaba Teresa Iturrioz, porque grabamos el mismo día mi canción y la de Single («Ven ven ven»); Ibon Errazkin también estuvo, pero solo por la tarde, en la mezcla de las canciones.
Sobre todo recuerdo lo fuerte que era tener delante y hablar con Tamara y Margarita, era como estar en Crónicas Marcianas, eran exactamente como salían en la tele. Y lo más fuerte fue cuando salimos con ellas a la calle a comer. Era el momento álgido del tamarismo, salía en la tele prácticamente a diario, así que andar por la calle con ella era toda una aventura. Recuerdo que tuvimos la mala suerte de que cerca había un colegio o instituto, y enseguida nos rodearon un montón de niños gritando, una pasada. Al entrar en el restaurante también se volvió todo el mundo a mirarla.
No sé si sabes que el disco se retrasó muchísimo porque alguien convenció a Tamara de que pasase de nosotros y grabase otro disco con otra gente (el disco anda por Youtube). Pero claro, tenía un contrato firmado con Sergio por lo que ese disco nunca vio la luz, y para colmo retrasó la salida del nuestro. Un retraso que fue clave, porque durante esos meses el fenómeno había perdido bastante fuerza.
Fue una experiencia muy divertida, aunque yo me enfadé un poco porque en la masterización alguien metió la pata y al comienzo de mi canción hay un «salto» o «glitch» bastante molesto que no debería estar ahí, pero bueno, muy contento de haber participado.
Superestar no está en plataformas musicales y hasta hace poco tampoco era especialmente fácil encontrarlo en general en internet, pero justo estos días alguien lo ha subido a Soundcloud (¡con el título bien escrito!). Y para escuchar directamente el temazo de Tito (que suena recreado en el segundo capítulo de la serie), aquí dejo este reproductor.