Categoría: [Radar]

  • The algorithm failed music [theverge.com]

    Este artículo de The Verge (9/11/2025, en inglés y para suscriptores) critica cómo los algoritmos de recomendación han empobrecido el descubrimiento musical y estandarizado la creación.

    Spotify es el servicio de streaming musical más popular del mundo. Aunque sus recomendaciones algorítmicas no sean necesariamente la razón, su alcance ha hecho que cientos de millones de personas reciban una dieta constante de música seleccionada por una máquina. El objetivo de Spotify es mantenerte escuchando pase lo que pase. En su libro Mood Machine, la periodista Liz Pelly relata una historia que le contó una ex empleada de Spotify en la que Daniel Ek dijo: “nuestro único competidor es el silencio”.

    Según esta empleada, la cúpula de Spotify no se veía a sí misma como una compañía de música, sino como un pasatiempos. La empleada explicó que “la inmensa mayoría de oyentes de música no están realmente interesados en escuchar música per se. Solo necesitan una banda sonora para un momento de su día”.

    Proporcionar simplemente una banda sonora para tu día puede parecer bastante inocente, pero determina cómo funciona el algoritmo de Spotify. Su objetivo no es ayudarte a descubrir música nueva, su objetivo es simplemente mantenerte escuchando el mayor tiempo posible. Te sirve las canciones más seguras posibles para evitar que pulses stop.

    La empresa incluso llegó a asociarse con bibliotecas musicales y productoras dentro de un programa llamado Perfect Fit Content, o PFC. Esto trajo la creación de artistas falsos o “fantasma” que inundaron Spotify con canciones específicamente diseñadas para ser agradables e ignorables. Es música como contenido, no como arte. (El director de comunicación corporativa de Spotify, Chris Macowski, afirma que la compañía no crea música en sí y que los artistas “a menudo usan seudónimos para distinguir proyectos comerciales de trabajos personales”).

    Los servicios de streaming también proporcionaron a los sellos discográficos una cantidad increíble de datos sobre lo que la gente estaba escuchando. Y, en una especie de bucle de retroalimentación, los sellos empezaron a priorizar artistas que sonaban como lo que la gente ya estaba escuchando. Y lo que la gente estaba escuchando era lo que sugería el algoritmo.

    Los artistas, especialmente los nuevos que intentaban abrirse paso, empezaron de hecho a cambiar cómo componían para rendir mejor en la era del streaming impulsado por algoritmos. Las canciones se hicieron más cortas, los álbumes más largos y las introducciones desaparecieron. El estribillo se adelantó al principio de la canción para tratar de captar la atención de los oyentes de inmediato, y cosas como los solos de guitarra prácticamente desaparecieron del pop. La paleta de sonidos de la que tiraban los artistas se redujo, los arreglos se simplificaron, el pop se aplanó.

    En un mundo donde la mayoría del contenido nos llega de forma algorítmica, ya sea en Spotify, YouTube o TikTok, el descubrimiento musical ha sufrido. La firma de investigación de mercados MIDiA publicó en septiembre un estudio alarmante que decía: “cuanto más dependientes son los usuarios de los algoritmos, menos música escuchan”. Concluyó que, aunque el descubrimiento de música nueva se asocia tradicionalmente con la juventud, “los jóvenes de 16 a 24 años son menos propensos que los de 25 a 34 a haber descubierto un artista que aman en el último año”. La Generación Z puede oír una canción que les gusta en TikTok, pero rara vez investigan más allá para escuchar más música de ese artista.

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  • El catolicismo ha vuelto, o eso dicen [elDiario.es]

    Isaac Rosa en elDiario.es (del 03/11/2025, para socios y socias, aquí la versión liberada).

    Parece que el catolicismo vuelve con fuerza, la religión es la última tendencia, lo católico está de moda, los jóvenes andan huérfanos de espiritualidad y se acercan con interés renovado y sin prejuicios a la Iglesia Católica, los tiempos convulsos nos empujan hacia Dios como ancla firme, regresamos a lo sagrado… Digo “parece”, porque yo no me había dado cuenta de nada hasta que en la última semana he leído dos docenas de artículos apuntando todos en esa dirección y casi con los mismos argumentos.

    […] Pero no, no van por ahí los tiros, son otras las manifestaciones de esa vuelta del catolicismo.

    En uno de los artículos señalaban dos ejemplos claros: el nuevo disco de Rosalía, en cuya portada aparece vestida de algo parecido a una monja, y la última película de Alauda Ruiz de Azúa, “Los domingos”, sobre una joven que quiere ingresar en un convento. Ah, bien, interesante, pensé. En otro artículo citaban a Rosalía y “Los domingos” como manifestaciones del fenómeno. En un tercer artículo, “Los domingos” y Rosalía. En el cuarto, el quinto y el sexto artículo coincidían en presentar como síntomas del nuevo momento religioso a… Rosalía y “Los domingos”. Acabáramos.

    Resulta que el último fenómeno social, la tendencia irresistible, el cambio de época, el inesperado giro generacional, el gol en las Gaunas del catolicismo que vuelve con fuerza, se apoya en solo dos obras recientes, coincidentes en el tiempo por mera casualidad, muy distintas entre sí y de dudosa intencionalidad religiosa: una película entre cientos, que habla más de relaciones familiares que de iluminaciones espirituales; y una cantante que lleva años reinterpretando fetiches del imaginario tradicional. Algún columnista añadía, alzando un poco la ceja intelectual, al filósofo Byun-Chul Han. Y para de contar.

    […]

    Leyendo estos días la vuelta del catolicismo, yo me acuerdo de cuando se decía, con el mismo rigor y convicción, que renacía el orgullo de ser español, que los barrios obreros votaban en masa a la ultraderecha, o que las jóvenes querían ser tradwives y quedarse en casa criando hijos y con la cena preparada para el maridito. Afirmaciones todas tan discutibles como esta de ahora del catolicismo regresado; y diría que pronunciadas por los mismos autores y en los mismos medios, en lo que parece una y otra vez una suerte de wishful thinking, o incluso un intento de profecía autocumplida: a ver si de tanto repetirlo, se acaba haciendo realidad. Que de tanto decir que los jóvenes van a misa, acaben yendo.

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  • «Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco» [elDiario.es]

    Tengo una relación bastante problemática (y supongo que contradictoria) con la nostalgia, pero que a grandes rasgos tiende hacia su rechazo, porque suele partir de una visión idealizada y distorsionada de tiempos pretéritos. Por supuesto que echo de menos cosas del pasado, que las recuerdo con cariño, melancolía o placer, pero creo que una idealización demasiado fuerte puede tener (y de hecho tiene) consecuencias nada inofensivas. De hecho, las visiones políticas ultraconservadoras añoran todo el rato una supuesta arcadia feliz que la mayoría de las veces no fue tal (o al menos no para todo el mundo).

    Dicho esto, es algo sobre lo que me gusta leer, y aprovecho para decir, aunque suene a perogrullada que no necesariamente estoy de acuerdo con todos los artículos ajenos que pueda compartir por aquí («retweets ≠ endorsements», que se decía antes), pero que si los comparto es porque me parece que aportan una visión interesante aunque no sea necesariamente la mía (y seguramente en ocasiones sí me ayudan a formarme una opinión más o menos propia). Aunque este disclaimer quizá sería mejor para otro día, porque con este fragmento que publicaba Javier Zurro en el boletín de cultura de elDiario.es del 17/10/2025 sí estoy muy de acuerdo:

    Llevo una semana pensando en esta declaración que la gran Leila Slimani le dio a mi compañera Laura García Higueras en su entrevista para hablar de Me llevaré el fuego (Cabaret Voltaire), el cierre de la trilogía basada en su vida y la de su familia. “Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco”, dijo. A mí, que llevo un tiempo preocupado por la ola de nostalgia que nos invade y que me parece reaccionaria y peligrosa, me hizo pensar en cómo un concepto como la nostalgia es, también, una cuestión de privilegio.

    Como hombre blanco me es fácil sentir nostalgia. Al final es tan fácil como buscar refugio en los momentos que nos hicieron felices, aunque eso implique muchas veces, la idealización del pasado y una ausencia de activismo para cambiar al futuro. Al pasado es a donde quiere volver Vox, un partido que, curiosamente, está liderado por un grupo de señoros blancos. Pero, ¿a qué pasado quiere volver una mujer racializada como Leila Slimani que lleva luchando por sus derechos toda la vida?, ¿qué nostalgia puede tener el niño trans señalado en el pueblo?

    Me gustan los artistas que nos recuerdan lo reaccionario de lo nostálgico, y por eso creo que me gusta tanto Una batalla tras otra, la última película de Paul Thomas Anderson y que si no habéis visto tenéis que ir al cine. El director de Magnolia The master adapta líberrimamente el Vineland de Thomas Pynchon en una película que en su corazón tiene una reflexión hermosa sobre cómo las revoluciones también son un legado para nuestros hijos. Cómo el activismo se enseña. Cómo el inconformismo, la lucha por los cambios, es algo que se puede enseñar de generación en generación. Es uno de los temas que atraviesan la película, pero se escenifica en su hermosísima escena final con un abrazo que emociona. Apuntadla porque va a ganar todos los Oscar. No digáis que no os lo hemos avisado.

    Nada nostálgico es el último premio Nobel, László Krasznahorkai. Y este es hombre y blanco, pero en su obra —también en la cinematográfica, donde ha coescrito casi todas las películas de otro hombre blanco cero nostálgico, Béla Tarr— ha mostrado las heridas de la caída del régimen comunista en su país, con tanta fuerza con la que censuró cómo el capitalismo feroz se comió todo en cuanto pudo meter sus garras. 

    Y quizás por eso me escama tanto el que ha sido el acontecimiento en la industria musical española esta semana. Ese regreso de La Oreja de Van Gogh con Amaia al frente —pero sin Pablo Benegas— que suena (que me perdone mi compañera Laura) a un medido, prefabricado y orquestado mecanismo nostálgico para que todos queramos volver a cantar que llega tarde el 28. Pero han pasado 27 años, ha cambiado todo mucho. Nosotros hemos cambiado y ya no miramos nerviosos al reloj, sino que miramos con miedo a lo que viene y queremos gente que aporte miradas nuevas y frescas que iluminen a las nuevas generaciones en vez de hacernos añorar lo que ya pasó.

    Una explicación para el enamoramiento, un juego de contradicciones y otros planes culturales para reflexionar sobre la nostalgia (elDiario.es)

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  • Reaccionando al auge [marcelocriminal.substack.com]

    Siempre certero, Marcelo.

    … Su papel, como superestrella de la canción, es hacer música wapa y generar conversaciones en las que cada uno puede proyectar sus paranoyas ideológicas, reaccionarias o no. En este sentido, más que la espiritualidad, me preocupan dos corriententes discursivas que considero reaccionarias en torno a su último lanzamiento, Berghain.

    La primera es el triunfo del academicismo y una consideración conservadora acerca del papel del “talento” y el “estudio” en el arte. Rosalía, para quien no se haya enterado, canta muy bien, una desgracia contra la que es muy difícil luchar. Desde, al menos, El mal querer, le ha acompañado un murmullo a su alrededor: ella puede hacer reggaeton porque ha estudiado. Sus capacidades vocales y su formación dignifican, para mucha gente, géneros musicales populares a los que gente como Losantos jamás se acercaría, el mismo discurso rancio que sigue justificando que Picasso se permitiese pintar cosas raras hace cien años porque también era capaz de hacer cuadros realistas. El reciente giro sinfónico, que está bastante chulo, ha dado alas a todos estos amantes del intelectualismo y a uno de los colectivos más insufribles: los amantes del conservatorio.

    La segunda, mucho más general, es la pulsión hermenéutica del mundo en el que vivimos. El arte, es un poco la gracia, expresa cosas complicadas de formas más o menos específicas a su propio medio artístico (la música, en el fondo, por más que te la cuenten solo tiene fuste si la escuchas). Esto jode, y jode mucho, porque nadie es experto en música, poesía, cinematografía y todas esas cosillas. Es natural y sano querer que alguien que sepa nos explique las cosas que nosotros no sabemos, pero confieso que me apena y me tiene por la noche sin dormir la obsesión con la búsqueda de un Significado Único Total y Unitario y Único en las obras de arte.

    Entre los comentarios del youtube de Berghain en el primer minuto ya se veía a gente pidiendo análisis por parte de Jaime Altozano, tenemos numerosísimos hilos de tuiter que con mayor o menor fortuna tratan de analizar las referencias o “mensajes ocultos” en la canción y el vídeo, parece que todo el mundo busca a alguien que le cuente una canción y un vídeo y acceder así a esa Verdad Revelada: ¿qué quiere decir Rosalía con esto? Una búsqueda de asirse a una certeza en una maraña de estímulos confusos que, si me preguntan, tiene más de religioso que un disfraz de monja.

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  • Stu Mackenzie, de King Gizzard, sobre dejar Spotify y poner toda su música gratis: «A veces se te olvida que tienes libre albedrío»

    Stu Mackenzie, de King Gizzard and the Lizard Wizard, habla en esta entrevista en The Guardian (19/10/25, en inglés) de su decisión de retirar toda su música de Spotify «en protesta porque la firma de inversión del CEO Daniel Ek, Prima Materia, ha destinado 600 millones de euros a la empresa de tecnología militar con IA Helsing» (Ek es también presidente de Helsing).

    «Hemos hecho muchas cosas distintas a lo largo de los años, pero a veces se te olvida que tienes libre albedrío: puedes hacer lo que quieras en estos espacios», dice el vocalista y líder de facto de la banda, Stu Mackenzie, por teléfono en septiembre. «No tengo especial interés en intentar iniciar un movimiento ni nada por el estilo —me alegra si otros se suman—. Pero para nosotros fue una decisión sobre nuestra música y una decisión sobre lo que creemos que está bien y lo que creemos que no lo está. [Decidimos] que nos íbamos a ir y ya gestionaríamos las consecuencias después».

    Hace una pausa antes de añadir: «De las cuales no ha habido muchas… a nadie parece importarle demasiado».

    […] Al mismo tiempo que retiraban su música de Spotify, han puesto todo su catálogo —27 álbumes de estudio, 64 discos en directo, tres EP y cinco recopilatorios de bootlegs— disponible en Bandcamp como descarga tipo «paga lo que quieras».

    […]

    Mackenzie dice que no sabe cuánto de los ingresos de la banda venía de Spotify, aparte de que «es pequeño». Aunque algunos músicos sí ganan dinero significativo con el streaming, muchos han encontrado fuentes más fiables en las giras, el merchandising y el vinilo. La música del grupo sigue disponible en plataformas de la competencia como Apple Music y Tidal.

    King Gizzard’s Stu Mackenzie on leaving Spotify and making all their music free: ‘Sometimes you just forget that you have free will’ [theguardian.com]

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  • Yo me pongo mística cuando escucho La Conquistada de Los Jaivas así que Rosalía, i feel you [otroritmo.substack.com]

    Rosalía ha publicado hace un rato «Berghain», su nuevo single, pero eso no hace falta que lo cuelgue por aquí, pues ya está por todas partes, y lo que quería yo más bien era detenerme en este fabuloso y brillante texto que ha escrito Javiera Tapia (25/10/25 en Otro ritmo, su Substack). Después del (para mí) sorprendente backlash que provocó la aproximación a la estética religiosa que se adivina que la cantante ha adoptado para su álbum LUX, está bien leer una exposición y una opinión tan bien argumentadas (y tan alejadas del mentecolmenismo de las redes) como las de Javiera, a las que yo, sin ser tampoco religioso ―ni siquiera creyente― también me sumo.

    Este es un pequeño extracto, pero recomiendo vivamente leerlo entero.

    Toda esta semana leía y leía comentarios sobre el peligro de Rosalía de mostrarse católica en estos tiempos de fascismo y pensaba ¿qué están viendo? ¿qué están leyendo? ¿de verdad? 

    […]

    Aún guardo una estampita de San Pancracio que me regaló mi mamá hace algunos años, aunque no soy católica ni creo en dios. La guardo porque cada vez que la miro, pienso en que mi mamá desea todos los días, cuando se levanta, cuando se duerme e incluso en sus sueños, que yo esté bien. ¿Cuál es el consuelo, cuál es el recuerdo, cuál es la afirmación que le entrega un rosario a la Rosalía? ¿Piensa en su abuela? Me gustaría saber.

    A mí todo lo bello y suave del mundo me recuerda a mi abuela.

    Desde mi encuentro fugaz con San Pancracio, mi cinismo frente a las creencias de otras personas ha bajado la guardia, aunque debo confesar que en los últimos años de conservadurismo, con fanáticos evangélicos comprando teatros, canales de televisión y radios y teniendo puestos en el congreso, es un tema que vivo a sobresaltos. Sé que cuando el mundo externo (la ciencia, la política, la economía) no nos entrega respuestas ni certezas ni bienestar ni seguridad alguna, cuando no resuelve las crisis existenciales ni morales, las sociedades se vuelcan nuevamente a la religión o al misticismo como una respuesta a esa crisis de sentido. Por eso no me parece extraño que aparezcan estudios que indiquen que, una juventud que no ve un futuro, se haga más religiosa.

    […]

    Creo que ella nos quiere mostrar su proceso creativo que a la vez es existencial y espiritual. Algo que de paso, han hecho muchos artistas a lo largo de la historia. Por otro lado, con lo que he leído y escuchado de su boca hasta ahora, me parece bastante luminoso, sobre todo en este contexto en el que no tenemos certezas y que, por ello, los monstruos están al acecho. Prefiero mil veces a la Rosalía contándonos que alcanzó el éxtasis mientras componía una obra para una orquesta, que a nuestros gobiernos laicos legislando con las ideas más terribles que se imponen en nombre de la religión. Su camino más directo a dios, dice ella, es a través de la música. Y lo que para ella es dios, para mí es lo bello. Y para otras personas, quizás también se manifieste de otras formas.

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  • «Drogas de maricones»: organizaciones LGTBIQ+ denuncian discriminación policial en detenciones por estupefacientes [elpais.com]

    En este artículo de El País (del 24/10/2025, para suscriptores, aquí la versión archivada) se denuncian registros y detenciones discriminatorias a personas LGTBIQ+ en Madrid, con acusaciones de tráfico basadas en cantidades de autoconsumo y perfiles por apariencia.

    “A mí me paran [la policía] porque parezco maricón”, afirma Fernando Caudevilla, médico de familia de 51 años, especializado en drogas, residente en el barrio madrileño de Lavapiés. En los últimos 12 meses, la policía le ha dado el alto nueve veces.

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