Categoría: [Televisión]

  • Ross vs Morrissey

    Hace un rato ha terminado The Celebrity Traitors, y el programa final ha estado a la altura de toda la temporada y más allá: ha sido increíblemente vibrante y he gritado y llorado con el desenlace. Como ya he dicho en varias ocasiones, nunca me había gustado tanto un formato televisivo.

    No voy a dar más detalles sobre la temporada y su final, pero tomaré como excusa el programa para hablar de uno de sus concursantes, el presentador Jonathan Ross. Durante el tiempo que viví en Inglaterra veía muy a menudo el talk show que tenía en la BBC, y siempre tengo presente esta entrevista que le hizo por aquel entonces (2004) a Morrissey, que estaba a punto de lanzar el fabuloso You Are The Quarry. Es un intercambio muy divertido, en el que Ross empieza preguntándole al cantante si puede llamarle Stephen (obviamente responde que no) y continúa tratando de entablar amistad con él, algo en lo que Morrissey tampoco está especialmente interesado, porque ―dice―no le gusta la gente, aunque al final casi cede. También charlan sobre vegetarianismo y Mozzer deja algún otro titular como «I don’t perform, ever».

    La entrevista es, obviamente, en inglés, y los subtítulos automáticos que se pueden seleccionar en YouTube ayudan a no perderse en algunas partes.

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  • Las sensibilidades de las personas deben tomarse en cuenta

    Sigo superenganchado a The Celebrity Traitors (y llevando regular poder ver solo dos programas por semana), donde además ―y sin hacer spoilers― están sucediendo cosas que nunca habían sucedido antes, al menos en las tres ediciones con concursantes no famosos que se habían emitido anteriormente.

    También he visto algún que otro nuevo true crime, tanto de los buenos como de los malos. Entre los primeros, destaco The Perfect Neighbor (Netflix), con un único capítulo de hora y media que va, como su título indica irónicamente, de una vecina problemática, y que está muy bien tanto desde el punto de vista formal (está grabado casi en su totalidad por las cámaras corporales que ahora llevan prácticamente todos los policías) como político/ideológico: en el centro está una ley de autodefensa, en este caso del estado americano de Florida denominada «Stand Your Ground», que «brinda a las personas el derecho a protegerse usando fuerza razonable«. Vamos, que puedes cargarte a alguien si alegas que tenías miedo y temías por tu vida. Pero ¿dónde está el límite?

    Entre los malos, Una noche en Idaho: Los asesinatos en la universidad (Prime Video), que parte de un caso interesante y en algunos momentos, casi los únicos destacables, se enfoca en cómo detectives aficionados en redes sociales se obsesionaron con ello y empezaron a lanzar teorías disparatadas y a señalar y sobreexponer sin pruebas a quienes creían culpables, incluyendo a amigos de las víctimas. Pero esa denuncia no da para estirarlo a lo largo de cuatro capítulos bastante prescindibles y que se regodean en un sentimentalismo muy sensacionalista.


    Me parece bien la adaptación gráfica española de ‘spoiler‘ como ‘espóiler’, con la acentuación que le corresponde por ser llana acabada en -r, pero el plural me parece igual de problemático que otros similares. Y es que en español los plurales de las palabras terminadas en -r deben terminar en -er, pero nadie dice ‘espóileres’, o ‘pósteres’, o ‘córneres’ (aunque sí, por ejemplo, y como muestra de lo aleatorio que es a veces el uso con respecto a la regla, ‘líderes’). Entonces, aunque en la lengua hablada sí digamos ‘espoilers’, ‘posters’ o ‘corners’, a la hora de escribirlo cambiaría la regla de la acentuación, ya que terminarían en -s y ya no serían esdrújulas, sino llanas, así que no cabría acentuarlas, pero a mí resulta muy extraño un singular acentuado y el plural no, es decir, ‘espóiler’ frente a ‘espoilers’, aparte de que la terminación -rs no es natural en español.

    Esto no deja de ser más que un entretenimiento para mí, pensar en estas cosas por un sesgo derivado de mi formación (y no deformación profesional, ya que nunca he ejercido), pero en realidad con el tiempo he ido aficionándome más a la observación y análisis de la anarquía ortográfica y sintáctica que han traído las redes sociales. También me da un poco de risa aquel que presume de compresión lectora (y critica a quien carece de ella) pero luego no sabe vivir sin la tilde del solo porque por lo visto su ausencia le produce un bloqueo mental imposible de deshacer un ambigüedad de significado la mar de simple.

    estoy obsesionao con la gallery del grecas cuando dice yo la imparto disciplina plinplinplina plinplinplina siento que hace siglos que no me gusta una canción mínimamente escuchable

    marcelo (@marcelocriminal.bsky.social) 2025-10-25T09:22:39.459Z
    Escribir así no está al alcance de cualquiera (y obvio que lo digo completamente en serio).

    Ya que estamos, también me llama la atención que en general los anglicismos y sus adaptaciones provoquen más rechazo que préstamos de otras lenguas, pero que generalmente nadie cuestione todo aquello relacionado con el fútbol (que ya como palabra en sí es extrañísima y con una ortografía yo diría que inédita en español), incluyendo el córner, el penalti o el derbi, como si provinieran estos del latín.


    Cuando empezó a utilizarse el lenguaje inclusivo, fui muy beligerante con ello (era la época de ser beligerante en las redes sociales, supongo que me dejé llevar), pero veo este vídeo de Chomsky, al que tantas veces vi referenciado mientras estudiaba, y me pregunto: «¿De qué ibas? ¿Acaso Astrud te dedicaron a ti alguna vez una canción.

    Hay personas que piensan que no deberiamos usar ‘he’ (él) como pronombre neutro. De acuerdo, entonces usemos otra palabra. Las sensibilidades de las personas deben tomarse en cuenta.


    Como me suele suceder, tengo varias ideas iniciales sobre las que escribir, pero luego acabo yéndome por las ramas y la mayoría de aquellas ideas primigenias quedan pendientes, porque también tengo un límite de tiempo de poder escribir sin aburrirme. Así que de momento esto es todo, pero quiero acabar con una canción de Los Verdugos, uno de los mejores grupos españoles (no solo en esta, sino en cualquiera de sus anteriores encarnaciones) que hay, que además resulta que sacaron álbum (el primero, por raro que parezca) el mes pasado y yo me enteré, mea culpa, hace solo unos días. En esta canción, además, hace los coros Teresa de Espanto. Sublimes.

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  • Como un fan

    Mi formato de televisión favorito ever es The Traitors (o Traitors a secas, en su versión española), que funciona como reality que no humilla a los concursantes y como artefacto de suspense, lógica y estrategia; es emocionantísimo. Y de todas sus variantes internacionales, mi favorita es, por supuesto, la británica. Sus tres temporadas son impresionantes, así que cuando finalmente empezó, la semana pasada, The Celebrity Traitors, la versión protagonizada por famosos, para mí es como si hubieran comenzado a la vez Eurovisión, la Champions y Operación Triunfo.

    En realidad, la primera temporada de la versión española ya era de celebrities, con un casting que estaba muy bien y que tenía entre sus nombres a Anna Allen, Fernando Guillén Cuervo, Abril Zamora, Juan Sanguino o Cristina Cifuentes. Pero es que en la de UK está gente como Alan Carr, Stephen Fry, Jonathan Ross, Tom Daley, Charlotte Church o Celia Imrie. Es increíble ver a gente tan witty enfrentarse a los mismos dilemas y ser tan poco hábil descubriendo la identidad de los traidores (porque esa, básicamente, es la mecánica del juego, pero que tampoco es muy de contar sino de vivir) que los concursantes menos conocidos. Pero es también increíble verlos enfrentarse a ello con ese humor. Y también es muy curioso ver que nadie está a salvo de los problemas de spelling a la hora de escribir en la mesa redonda los nombres de los sospechosos en la pizarra, por mucho que pudieras pensar lo contrario.

    El único problema es que esta edición la estoy viviendo casi en tiempo real: se está emitiendo ahora mismo a razón de dos episodios por semana, así que a diferencia de las anteriores, que fue puro binge watching, ahora tengo que morderme las uñas esperando a la resolución de la semana que viene.


    Hablando de Operación Triunfo, también lo estoy viendo, religiosamente, como casi siempre, aunque he de decir que este año encuentro pocos alicientes a los que asirme en cuanto a los participantes, ni como concurso de canción en sí ni en cuanto a posible proyección futura. Ni veo una ganadera clara, como el año pasado lo era Ainara Naiara (aunque después no se ha comido un rosco, la pobre ―este año, si tengo que apostar, será Cristina); ni tengo una figura clara con la que enrocarme emocionalmente, como me pasó el año pasado con Juanjo; ni nadie a la que le vea especialmente una proyección posterior cuando las luces del programa se apaguen. Excepto a Lucía Casani (en el vídeo, la rubia), que sí creo que tiene el talento y magnetismo suficientes como para trascender más allá de diciembre. Una pena, y una injusticia, que tanto ella como Judit estén nominadas esta semana, habiendo gente que se lo merece muchísimo más (¿Max? ¿Hola?).


    Este año no estoy siguiendo casi nada OT por redes sociales, a veces echo medio ojo, pero creo que los mejores momentos de vivirlo live ya pasaron; donde hubo ingenio hay hate, y eso me interesa menos, pero de la anterior edición recuerdo aquel mantra que decía: «Es la única persona de la que cuando acabe todo esto me compraría un disco o iría a un concierto» (normalmente referido a Paul Thin). Bueno, pues yo…

    Lloro siempre que veo este vídeo. Sed fans siempre. Let people enjoy things.

    (Ya hablaremos de «El destello» y del disco de Juanjo, lo tengo pendiente).

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  • Se ha representado un crimen (The Jury: Murder Trial)

    He estado viendo estos días las dos temporadas, de 4 episodios cada una, de The Jury: Murder Trial, un programa del canal británico Channel 4. La premisa es que se elige a doce personas para que formen parte de un jurado y juzguen casos reales de asesinato (o, tal vez, homicidio, esas es una de las cosas que deben decidir). Los juicios son recreados ante ellos por actores, pero siendo estrictamente fieles a los originales. En la primera temporada, además, hay un giro argumental: no hay un solo jurado, sino dos, que están viendo la representación al mismo tiempo pero sin que unos sepan de la existencia de los otros.

    La gracia, obviamente, está en ver las deliberaciones del jurado (que en la vida real son siempre privadas, nadie puede tener acceso a ellas) y comprobar si el veredicto que deciden coincide con el que se alcanzó en el juicio real (y en la primera temporada también en saber si los veredictos de los dos jurados son iguales o difieren). Todo se presenta, además, como un experimento para cuestionarse el sistema judicial y más en concreto la figura del jurado popular. ¿Se puede confiar realmente en ello?

    En general, es muy entretenido, en esta crítica de The Guardian lo comparan con The Traitors, formato al que The Jury: Murder Trial le birló el BAFTA a mejor reality. Para mí eso son palabras mayores: The Traitors (especialmente en su versión británica) es uno de mis formatos televisivos favoritos de la historia, un artefacto de suspense, lógica y estrategia que además es emocionantísmo. En este sentido, The Jury: Murder Trial, estando bien, se queda algunos peldaños por debajo.

    Uno de sus defectos es que, aparte del juicio en sí y de las deliberaciones, se enfoca demasiado en las historias personales de algunos de los miembros del jurado. La mayoría de ellos arrastran traumas o experiencias vitales que acaban influyendo de manera determinante en su decisión sobre el veredicto. Aunque probablemente ese sea uno de los puntos que trata de demostrar el programa, lo veo demasiado subrayado. También hay otros pequeños detalles que, aunque aparentemente tontos, a veces te sacan un poco de la historia (por ejemplo, se supone que los juicios duran varios días, pero los miembros del jurado llevan siempre exactamente la misma ropa). En todo caso, funciona como prueba de la inquietante aleatoriedad que por lo visto supone dejar decisiones judiciales importantes en manos de doce personas así (tampoco es que, como sabemos, los jueces sean precisamente infalibles, pero esa es otra historia).

    Hasta donde sé, The Jury: Murder Trial no está en ninguna plataforma, así que me temo para verlo hace falta una VPN para poder reproducirlo en la página de Channel 4 o acudir a tu lugar de contenidos de dudosa procedencia favorito.

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