Etiqueta: Aimar Bretos

  • La radio en B/N

    Estaba leyendo la noticia sobre la programación de la nueva temporada de Radio Nacional de España y lo primero que he pensado es lo habitual desde hace muchos años: que ojalá recuperaran el nombre de Radio 1, porque que lleve el mismo nombre todo el grupo de cadenas de radio y una de sus emisoras en concreto produce una confusión innecesaria.

    Luego he visto que lo venden como que «Radio Nacional de España se renueva completamente». Y ahí ya he arqueado la ceja, porque a mí mas que una renovación me parece una gerontización. A saber:

    • Por las mañanas han puesto a un señor, Juan Ramón Lucas, que viene rebotado de mil sitios donde sospecho que ya no le querían. Tiene 66 años.
    • Por las tardes, David Cantero, que es este otro señor así guapo que le cae muy bien a la gente (creo que lo han cogido por eso), lo cual hacía pasar por alto que sus informativos eran espantosos. Más o menos como Piqueras, otro muy majo, que leías las crónicas de cuando se fue y parecía que se había retirado Larry King. Cantero no ha hecho radio en su vida, pero nunca es tarde para aprender, por lo visto. Tiene 64 años.
    • No solo de señoros va a vivir la radio pública, así que el informativo de la tarde, 24 horas, lo conducirá Rosa María Molló, conocida sobre todo como (excelente) corresponsal y que últimamente era la Defensora de la Audiencia de RTVE, que es un puesto que suena al que te dan justo antes de retirarte, pero no, resulta que empieza nueva e ilusionante etapa a los 62 años.
    • Solo faltaba que rescataran a la Gemio de dondequiera que estuviera, ¿verdad? Pues bingo: «nos invitará a tomar El último tren, donde no hay prisas y todo se desarrolla al ritmo que marca la noche». Escalofríos, prefiero saltar de uno en marcha antes que escuchar eso. Isabel Gemio tiene 64 años.
    • Y a las polémicas del legendario El ojo crítico, primero con la sustitución de Laura Barrachina y luego con el traslado del programa a Radio 5 Todo Noticias después de más de 40 años en Radio 1 (lo siento, yo voy a llamarle Radio 1), hay que unirles que al parecer habrá una edición de fin de semana que conducirá… ¡Ángeles Caso!, 66 años.

    Hombre, no sé, podemos discutir la idoneidad de los fichajes, pero convengamos en que renovación no es la mejor palabra con que presentar esto.

    Lo de las edades avanzadas en la radio no solo sucede en la pública. Repasando algunas de las principales estrellas de otras emisoras vemos que Àngels Barceló tiene 61 años; Carles Francino, 67; Federico Jiménez Losantos, 73; Javier del Pino, 61; Ángel Expósito, 61; Carlos Herrera, 68; Julia Otero, 66. Entre los que tienen más oyentes, se queda un peldaño por debajo Carlos Alsina, que tiene 55, y está la honrosa excepción de Aimar Bretos, que tiene 38 y además consiguió algo bastante inaudito en la SER: heredar el programa cuando lo dejó Pepa Bueno, en lugar de que ficharan a un sustituto de mayor edad.

    Estar trabajando a esas edades no debería ser per se nada malo, pero que esas personas estén a cargo de los programas de radio más escuchados de la radio española (y se supone que más influyentes) puede que lo sea. Los que en teoría están creando opinión y divulgando sus ideas (aunque las maticen o disfracen acompañados de tertulianos de parecido perfil) pertenecen a un sector muy concreto de la población: el de mayores de 60 años (o en algunos casos de personas que ya deberían estar jubiladas), y además cobrando cifras mareantes (aunque no hay datos oficiales, se calcula que Carlos Herrera cobra entre 7 y 8 millones de euros al año y que Francino y Barceló están en torno al millón de euros cada uno). ¿A quién le habla esta gente? ¿Los derechos de quién defienden? Cuando hablan del problema de la vivienda, ¿están afectados por los alquileres disparados o ellos en realidad están más preocupados por instalar en su segunda (o tercera) residencia alguna de las alarmas que anuncian?

    Obviamente, la respuesta está clara, y también la conclusión de que la radio generalista se ha quedado como medio nicho para un determinado público y que no hay el más mínimo interés por conectar con nuevos ni más jóvenes oyentes. Lejos quedan los tiempos donde las estrellas de la radio pertenecían a otras generaciones: Xavier Sardà triunfó con La bisagra a los 31 y fichó por la SER para presentar La ventana a los 35, programa del que se hizo luego cargo Gemma Nierga a los 31. Iñaki Gabilondo empezó a presentar Hoy por hoy a los 43 y lo dejó a los 62; Antonio Herrero murió a los 43 cuando presentaba el matinal Primera hora de COPE y Julia Otero empezó La radio de Julia a los 32.

    Iba a decir que todo esto en realidad me da igual, pero obviamente si le estoy dedicando todo este tiempo no es exactamente así. Pero conmigo este envejecimiento generacional de las emisoras de radio ha tenido otro efecto diferente al que imagino que buscan: me ha expulsado por completo. En su día era de los que podía tener el transistor (ouch) encendido todo el día con la SER, desde Gabilondo hasta De la Morena y más allá: trasnoches con el Hablar por hablar y Si amanece nos vamos (todo esto cuando dejó de estar Pumares en Antena 3, claro; antes, Pumares siempre el rey de mis madrugadas insomnes). La única resistencia la ofrecen los programas de deportes, que confieso que sigo escuchando, aunque tampoco me enorgullezco de ello. Y, sobre todo, Radio 3, que yo escucho más ahora Radio 3 que nunca en mi vida. Han anunciado también hoy su nueva programación y sé que es una emisora bastante denostada (yo creo que injustamente y que además es muy caricaturizada), pero a mí en general me parece bien, tanto Radio 3 en sí como su nueva programación. Pero de eso ya hablamos otro día.

    Creen que me he vuelto loco y que estoy de la olla,
    pero es que la radio de España es la polla

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  • Planes de verano

    Las crónicas veraniegas (y parisinas) de Rubén Lardín ya son un clásico. Hace un tiempo nos las regalaba en elDiario.es y últimamente están en Letras Libres, donde hace poco publicaba la primera entrega de este año («Mis planes en París son los de siempre: atender el panorama»).

    De algunas de esas crónicas pasadas he sacado yo lugares que visitar en París, como el Museo Gustave Moreau; solo estando allí pude comprender plenamente este fragmento (y corroborar que, efectivamente, es uno de los mejores, si no el mejor):

    En lugar de celadores, este, que es el mejor museo de París, cuenta con tres grandes perros negro azabache, alanos españoles perfectamente adiestrados que se ocupan de mostrar los dientes cuando sienten amenazada una pintura. Dos de ellos, sentados sobre los cuartos traseros, hacen guardia en las salas superiores, las que se corresponden con el taller del artista. Un tercero, instalado en la parte de vivienda (la casa del brujo), permanece alerta tumbado junto a la que fuera la cama del pintor, un lecho diminuto a ojos contemporáneos.

    Lardín es también (aparte de muchas otras cosas, claro) el autor de uno-de-los-mejores-si-no-el-mejor podcasts españoles, La mano contra el sol, donde también atiende el panorama: pasea, observa y cuenta (como nadie). Este es su último episodio, publicado ayer y que todavía no he escuchado:


    El único que puede disputarle el trono (como no podía ser de otra manera) es EPSA (El programa de Sita Abellán), del que siempre me enorgullezco de ser algo así como el oyente cero (ahí estoy desde 2012) o, en todo caso, de habérselo recomendado (y, consecuentemente, enganchado a él) a un montón de gente. Miguel Agnes es, probablemente, la figura más importante de la (contra)cultura española de estos tiempos y así será reconocido cuando se reescriba bien la Historia.

    El archivo de EPSA es insondable, y de hecho parte de él ha desaparecido (voluntaria o involuntariamente), pero da igual por dónde empezar o qué formato elegir, con todo obtienes recompensa. Uno de los últimos es el libérrimo especial de casi 7 horas sobre Superestar, la serie de Vigalondo sobre la que funciona como complemento perfecto.


    Hablando de espíritus libres y contraculturales, Esty Quesada es entrevistada en Público por mi querido Enrique Aparicio, que la define como «quizás la única persona verdaderamente ‘incancelable’ del país». Enrique tiene también una sección veraniega en ese diario, llamada Aquellos agostos, en la que charla con diferentes artistas españoles (entre ellos Carlos Areces, Hidrogenesse, o Fernando Méndez-Leite) acerca de su relación con esta estación del año. La última, como decía, es Esty, una habitual también de EPSA (o más bien EPSI, pero esto ya es para iniciados), que deja varios titulares de los suyos.


    Cuando llegue ya el otoño, Miguel Agnes y el también ínclito Brays Efe estrenarán en la Cineteca de Madrid un ciclo llamado Linterna, que consistirá en «una sesión mensual que combina una proyección con una conversación entre amigos, proponiendo una relectura irreverente y luminosa del canon cinematográfico: una forma de reencantar la cinefilia desde la charla, el humor y la inteligencia». Procurarán, además, que se trate de películas que actualmente no pueden encontrarse en plataformas. La primera del ciclo es Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle, de Éric Rohmer.

    No he vuelto a Madrid desde que me fui hace año y medio, y creo que todavía necesitamos darnos un tiempo antes de que eso suceda, pero si estuviera por allí, no me lo perdería, desde luego.


    El programador de la Cineteca es Vicente Monroy, cuyo librito (sirva como diminutivo cariñoso y también de tamaño, pues tiene apenas 100 páginas) Breve historia de la oscuridad. Una defensa de las salas de cine en la era del streaming me regalaron por mi cumpleaños y es una pequeña maravilla muy recomendable. Por aquí dejo también la entrevista que Aimar Bretos le hizo en Hora 25 a propósito del libro. A Vicente da gusto leerle, pero también oírle (y verle, ya que estamos).


    Y para terminar, una canción. Cuando busco un título para las entradas del blog, lo primero que siempre me viene a la cabeza para plagiar es el de una canción ya existente. En este caso, es la que daba título al primer disco de Algora (que está jovencísimo en este vídeo) y además está muy guay.

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