Etiqueta: Javier Zurro

  • «Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco» [elDiario.es]

    Tengo una relación bastante problemática (y supongo que contradictoria) con la nostalgia, pero que a grandes rasgos tiende hacia su rechazo, porque suele partir de una visión idealizada y distorsionada de tiempos pretéritos. Por supuesto que echo de menos cosas del pasado, que las recuerdo con cariño, melancolía o placer, pero creo que una idealización demasiado fuerte puede tener (y de hecho tiene) consecuencias nada inofensivas. De hecho, las visiones políticas ultraconservadoras añoran todo el rato una supuesta arcadia feliz que la mayoría de las veces no fue tal (o al menos no para todo el mundo).

    Dicho esto, es algo sobre lo que me gusta leer, y aprovecho para decir, aunque suene a perogrullada que no necesariamente estoy de acuerdo con todos los artículos ajenos que pueda compartir por aquí («retweets ≠ endorsements», que se decía antes), pero que si los comparto es porque me parece que aportan una visión interesante aunque no sea necesariamente la mía (y seguramente en ocasiones sí me ayudan a formarme una opinión más o menos propia). Aunque este disclaimer quizá sería mejor para otro día, porque con este fragmento que publicaba Javier Zurro en el boletín de cultura de elDiario.es del 17/10/2025 sí estoy muy de acuerdo:

    Llevo una semana pensando en esta declaración que la gran Leila Slimani le dio a mi compañera Laura García Higueras en su entrevista para hablar de Me llevaré el fuego (Cabaret Voltaire), el cierre de la trilogía basada en su vida y la de su familia. “Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco”, dijo. A mí, que llevo un tiempo preocupado por la ola de nostalgia que nos invade y que me parece reaccionaria y peligrosa, me hizo pensar en cómo un concepto como la nostalgia es, también, una cuestión de privilegio.

    Como hombre blanco me es fácil sentir nostalgia. Al final es tan fácil como buscar refugio en los momentos que nos hicieron felices, aunque eso implique muchas veces, la idealización del pasado y una ausencia de activismo para cambiar al futuro. Al pasado es a donde quiere volver Vox, un partido que, curiosamente, está liderado por un grupo de señoros blancos. Pero, ¿a qué pasado quiere volver una mujer racializada como Leila Slimani que lleva luchando por sus derechos toda la vida?, ¿qué nostalgia puede tener el niño trans señalado en el pueblo?

    Me gustan los artistas que nos recuerdan lo reaccionario de lo nostálgico, y por eso creo que me gusta tanto Una batalla tras otra, la última película de Paul Thomas Anderson y que si no habéis visto tenéis que ir al cine. El director de Magnolia The master adapta líberrimamente el Vineland de Thomas Pynchon en una película que en su corazón tiene una reflexión hermosa sobre cómo las revoluciones también son un legado para nuestros hijos. Cómo el activismo se enseña. Cómo el inconformismo, la lucha por los cambios, es algo que se puede enseñar de generación en generación. Es uno de los temas que atraviesan la película, pero se escenifica en su hermosísima escena final con un abrazo que emociona. Apuntadla porque va a ganar todos los Oscar. No digáis que no os lo hemos avisado.

    Nada nostálgico es el último premio Nobel, László Krasznahorkai. Y este es hombre y blanco, pero en su obra —también en la cinematográfica, donde ha coescrito casi todas las películas de otro hombre blanco cero nostálgico, Béla Tarr— ha mostrado las heridas de la caída del régimen comunista en su país, con tanta fuerza con la que censuró cómo el capitalismo feroz se comió todo en cuanto pudo meter sus garras. 

    Y quizás por eso me escama tanto el que ha sido el acontecimiento en la industria musical española esta semana. Ese regreso de La Oreja de Van Gogh con Amaia al frente —pero sin Pablo Benegas— que suena (que me perdone mi compañera Laura) a un medido, prefabricado y orquestado mecanismo nostálgico para que todos queramos volver a cantar que llega tarde el 28. Pero han pasado 27 años, ha cambiado todo mucho. Nosotros hemos cambiado y ya no miramos nerviosos al reloj, sino que miramos con miedo a lo que viene y queremos gente que aporte miradas nuevas y frescas que iluminen a las nuevas generaciones en vez de hacernos añorar lo que ya pasó.

    Una explicación para el enamoramiento, un juego de contradicciones y otros planes culturales para reflexionar sobre la nostalgia (elDiario.es)

    2 comentarios


  • Cultura que pica

    Se me había quedo pendiente recomendar este estupendo artículo que escribió Elena Cabrera para elDiario.es, en el que contaba con pelos, señales y muchos protagonistas, la intrahistoria de Superestar. Entre otras cosas, Tori Alimbau confirma lo que ya nos había contado Tito Pintado por aquí, que esa ‘e’ que va en medio se le había ocurrido a él.

    “Tito me dijo ‘mi canción se va a llamar Superstar’ y yo le dije ‘le tienes que poner una e, como si dijeras super y estar. Un rollo como de David Lynch, como de estar en el ajo, estar en el candelero, pero también algo castizo como de cuarto de estar”, explica. Tori mira la portada en su móvil mientras habla por teléfono y piensa que debería haber puesto la e en cursiva para que se notara más. El diseñador se ríe al enterarse de que la serie que ha rodado Nacho Vigalondo para Netflix también se llama Superestar, con la e en medio. “Fue la mayor gamberrada, sin intención de ser gamberros”.

    Otra cosa que me ha llamado la atención es que se dice (y no tengo por qué dudar que es cierto) que la canción «La pesada» la escribió Juanjo Fernández, conocido sobre todo por su proyecto Teen Marcianas y fallecido en 2021. Yo no tengo la edición física de Superestar, pero en Discogs aparece acreditada a un tal J. Fernández, y al pinchar al enlace te lleva al perfil de Joaquín Rodríguez, de Los Nikis (que se apellida Fernández de segundo). Y Joaquín de Los Nikis es la persona que yo siempre pensaba que había compuesto «La pesada», aunque tiene más sentido que fuera Juanjo Fernández, ya que la producción y los arreglos sí se le acreditan a Teen Marcianas.

    Igual el lío viene de este artículo de 2001 de La Luna de El Mundo, donde ya se produce esta confusión.


    Recomiendo, eso sí, evitar leer los comentarios al artículo, y en general cualquier comentario que se deja en la sección de Cultura de elDiario.es, que suele estar llena de gente a la que 1) no le gusta la cultura, o 2) solo le gusta lo que ellos consideran cultura (supongo que serían felices con artículos diarios sobre Ismael Serrano, Serrat y el Nuevo Mester de Juglaría).

    Cultos y furiosos.

    Lo que está muy bien es su boletín semanal, que suelen escribir la propia Elena Cabrera o también Javier Zurro, la opción para suscribirse está en esta página.


    También muy recomendable es Siesta en la pagoda, la newsletter de Cristina Plaza, también conocida musicalmente como Daga Voladora. Su última entrega, SINCARAZ PARA JUBILADOS, es particularmente desternillante, una crónica sui géneris de la final del Open USA de tenis como no podrás leer en ningún otro lugar.


    Y last but not least, el blog picadura de abeja, en el que Estanis Solsona hace una de las cosas que más le gustan: escribir sobre música. Estanis ha sido colaborador de varios medios musicales españoles y es también el autor de Peace Isn’t Quiet – La Música de Kristin Hersh (Ed. Milenio, 2018). Contaba el otro día en Bluesky que andaba un poco con «bloqueo del escritor», pero lo ha roto con esta crónica de, precisamente, un concierto de Throwing Muses en La Marbrerie de París (un sitio muy guay donde yo vi el año pasado a Françoiz Breut, por cierto), y espero que continúe el desbloqueo.

    Foto: Estanis Solsona

    0 comentarios