Etiqueta: Teen Marcianas

  • Cultura que pica

    Se me había quedo pendiente recomendar este estupendo artículo que escribió Elena Cabrera para elDiario.es, en el que contaba con pelos, señales y muchos protagonistas, la intrahistoria de Superestar. Entre otras cosas, Tori Alimbau confirma lo que ya nos había contado Tito Pintado por aquí, que esa ‘e’ que va en medio se le había ocurrido a él.

    “Tito me dijo ‘mi canción se va a llamar Superstar’ y yo le dije ‘le tienes que poner una e, como si dijeras super y estar. Un rollo como de David Lynch, como de estar en el ajo, estar en el candelero, pero también algo castizo como de cuarto de estar”, explica. Tori mira la portada en su móvil mientras habla por teléfono y piensa que debería haber puesto la e en cursiva para que se notara más. El diseñador se ríe al enterarse de que la serie que ha rodado Nacho Vigalondo para Netflix también se llama Superestar, con la e en medio. “Fue la mayor gamberrada, sin intención de ser gamberros”.

    Otra cosa que me ha llamado la atención es que se dice (y no tengo por qué dudar que es cierto) que la canción «La pesada» la escribió Juanjo Fernández, conocido sobre todo por su proyecto Teen Marcianas y fallecido en 2021. Yo no tengo la edición física de Superestar, pero en Discogs aparece acreditada a un tal J. Fernández, y al pinchar al enlace te lleva al perfil de Joaquín Rodríguez, de Los Nikis (que se apellida Fernández de segundo). Y Joaquín de Los Nikis es la persona que yo siempre pensaba que había compuesto «La pesada», aunque tiene más sentido que fuera Juanjo Fernández, ya que la producción y los arreglos sí se le acreditan a Teen Marcianas.

    Igual el lío viene de este artículo de 2001 de La Luna de El Mundo, donde ya se produce esta confusión.


    Recomiendo, eso sí, evitar leer los comentarios al artículo, y en general cualquier comentario que se deja en la sección de Cultura de elDiario.es, que suele estar llena de gente a la que 1) no le gusta la cultura, o 2) solo le gusta lo que ellos consideran cultura (supongo que serían felices con artículos diarios sobre Ismael Serrano, Serrat y el Nuevo Mester de Juglaría).

    Cultos y furiosos.

    Lo que está muy bien es su boletín semanal, que suelen escribir la propia Elena Cabrera o también Javier Zurro, la opción para suscribirse está en esta página.


    También muy recomendable es Siesta en la pagoda, la newsletter de Cristina Plaza, también conocida musicalmente como Daga Voladora. Su última entrega, SINCARAZ PARA JUBILADOS, es particularmente desternillante, una crónica sui géneris de la final del Open USA de tenis como no podrás leer en ningún otro lugar.


    Y last but not least, el blog picadura de abeja, en el que Estanis Solsona hace una de las cosas que más le gustan: escribir sobre música. Estanis ha sido colaborador de varios medios musicales españoles y es también el autor de Peace Isn’t Quiet – La Música de Kristin Hersh (Ed. Milenio, 2018). Contaba el otro día en Bluesky que andaba un poco con «bloqueo del escritor», pero lo ha roto con esta crónica de, precisamente, un concierto de Throwing Muses en La Marbrerie de París (un sitio muy guay donde yo vi el año pasado a Françoiz Breut, por cierto), y espero que continúe el desbloqueo.

    Foto: Estanis Solsona

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  • La gran verdad

    Publiqué esta entrada originalmente en mayo de 2005 en el blog que tenía en aquella época. La reproduzco tal cual, sin cambiar nada respecto a entonces (incluido el título original). Adelante mi yo de hace 20 años, en el que todavía me reconozco bastante.

    No cabe duda de que el caso de la artista conocida como Tamara, Ámbar o Yurena, según la época, es digno de estudio. Una chica de pueblo, con no muchas luces, poco o nulo oído musical, muy inocente, y con una ambición: hacer una carrera musical a pesar de tener una voz de lo menos afinada para tal menester. Y la pobre, no sé si por aquello de «el fin justifica los medios» se empieza a rodear de un autentico circo de frikis casi imposible de imaginar: Leonardo Dantés, Tony Genil, Paco Porras, Loly Álvarez, y, para rematarlo todo, su madre, la simpar Margarita Seisdedos. Y entonces llegan las polémicas surrealistas, las declaraciones absurdas, lo más kitsch que le ha sucedido a la prensa del corazón española en toda su historia. Todo sin duda de lo más inverosímil, pero desde luego más entretenido y divertido que las andanzas de otros profesionales de la prostitución sentimental.

    Entonces sucede algo inesperado: algunos de los compositores más reputados de la escena musical del país (al menos en los círculos más alternativos) deciden adoptarla como musa y construirle un disco a su medida, autoparódico y a mayor gloria del personaje en el que se convirtió. Supongo que la razón primordial fue el de la transgresión, hacerla un icono si cabe más grande de la cultura basura, y, en definitiva, convertir a Tamara en lo más punk surgido en España en muchísimos años. Y si ese era el objetivo, no cabe duda de que se consiguió con creces: la mayoría del público vio Superestar como una broma de mal gusto, como un atentado musical, una forma de reírse de los músicos serios que luchan día a día por ganarse su pan (este tópico no me lo creo ni me lo he creído nunca).

    Quizá haya también algo de transgresión en dedicarle una entrada monográfica a este álbum, pero más allá de eso, cuando digo que me gusta, y mucho, no miento. Lo único negativo que puedo decir de él es que lo he descubierto en su totalidad en 2005, cuatro años después de su publicación. Y ahora es cuando viene «la gran verdad»: Superestar de Tamara es un disco magnífico, que le da mil vueltas al 80% de la música publicada en España en los últimos años. Y me quedo tan ancho. Es cierto que uno tiene que acostumbrarse a su particular voz, pero una vez superado este obstáculo, uno se ve recompensado con creces. Este es Superestar corte a corte:

    1. «Tiembla Tamara». Comienza el espectáculo de glorificación del personaje con máximas de justificación personal en la letra («No te pienses que soy algo pasajero, nauseabundo…»), reflejos de su imagen social («Soy espíritu de un mundo inmundo») y mi frase favorita de Tamara: «Odio el odio». Todo ello envuelto por una bonita melodía compuesta por Luis Miguélez y Juan Tormento, antiguos miembros/colaboradores de Dinarama y McNamara, entre otros, y actualmente conocidos como Glamour To Kill.

    2. «Un recuerdo». Compuesta por Rafa Spunky, conocido sobre todo por su faceta de corista de Fangoria, es mi favorita del disco, y desde ya, un clásico techno-pop. La producción del propio Spunky es simplemente perfecta, con ese principio que recuerda a… ¡Kraftwerk! Y, sorprendentemente, la voz de Tamara se convierte en la mejor aliada de una triste letra sobre un fracaso amoroso.

    3. «La noche». Es una de las canciones del repertorio anterior de Tamara, incluida en una maqueta que grabó en 1994. La renovada producción hi-energy la convierte en la más bailable del disco, y en otra de mis favoritas. Habla de algo tan viejo como intentar ahogar los problemas cotidianos en el hedonismo de las salidas nocturnas («La noche, es la hora de bailar»), lo cual la convierte en una pariente próxima, al menos temáticamente, del «Saturday Night» de Suede. Me hace gracia especialmente una frase: «Salgo deprisa de la oficina, hasta las diez no tengo nada que hacer». Y es que la improbabilidad de imaginarse a Tamara en un trabajo normal de 9 a 5 no deja de provocarme una sonrisa.

    4. «Hablando por hablar». El particular «A quién le importa» de la bilbaína. Paradójicamente, canta a dúo con Víctor Sandoval (sí, el periodista del corazón, que también tuvo una efímera carrera musical hace años) un alegato en contra de la rumorología y de aquellas personas que no tienen nada mejor que hacer que dedicarse a criticar o inventar falsedades sobre vidas ajenas. La historia de su vida, vamos, y la de muchos más: «Envidia nada más, hablando por hablar, pequeñas víboras de bar. Su lengua usarán, y envenenarán, viviendo para criticar a los demás». Aparte del propio Sandoval, firman la canción Nacho Canut (Fangoria) y su hermano Mauro (aka Bazoka Nut, miembro de Los Vegetales e Intronautas).

    5. «Superestar». En esta ocasión, firma Tito Pintado (Penelope Trip, Telefilme, Anti…). Otra letra de orgullo propio y de exaltación del ego («Mira las revistas, fíjate en las listas, soy número 1, éxito descomunal…») con producción y coros de lujo.

    6. «Amor caníbal». Uno de los momentos más calmados del disco. Los autores son Nacho Canut y Carlos Berlanga, que es, como ya he dicho en otras ocasiones, uno de mis compositores musicales favoritos de todos los tiempos. Se nota su sello en la letra, magnífica, sobre la voracidad del amor, aunque musicalmente no es de mis preferidas del disco.

    7. «Volverás a mí». Otra de las canciones antiguas de Tamara, aparece tal y como fue concebida en su día, sin nuevos arreglos o producción. De las más flojas.

    8. «La pesada». Joaquín Fernández se une a la nómina de autores ilustres con esta canción que podría haber aparecido en cualquiera de los discos de su grupo, Los Nikis, aunque arropada por una producción electro cortesía de los barceloneses Teen Marcianas. Una de las que más me gustan.

    9. «Nada para mí». Durante los primeros cuarenta segundos parece que estamos escuchando una canción de los Pet Shop Boys de la época Introspective. Pero pronto la voz de Tamara nos devuelve a su triste realidad («Esperando aquí sentada, ya no espero nada») y en otro momento nos reconoce sus miserias («No soy feliz»). Los autores vuelven a ser Nacho Canut y Carlos Berlanga, en un tema que no desentonaría en cualquier disco de Fangoria. Magnífica.

    10. «Vete a la porra». La amarga melodía de Bazoka Nut y C. Barral sirve como perfecto armazón a una letra en clara referencia a su affair con el adivino verdulero (al que se apela ya desde el título). Vemos indicios de arrepentimiento, pero también claras intenciones de reírse de sí misma («Cuando vuelvo a recordar, no puedo evitar reírme en vez de llorar. Unas copas y algo más, no sé que pasó, qué hubo entre tú y yo. Y ahora es cuando me doy cuenta de lo estúpida que fui, qué inocente de la vida, cómo pude fijarme en ti, sólo sabes mentir»). Su particular venganza.

    11. «Tú vas a ser mi hombre». Junto a «Un recuerdo», el momento más brillante del disco. La más guitarrera y una de las más pegadizas, parece salida del Rock station de McNamara. No en vano, componen y producen este auténtico himno, de nuevo, Luis Miguélez y Juan Tormento.

    12. «No podrán conmigo». Una nueva letra de afirmación personal, un poco lastrada por una de las producciones más discretas, que la acercan peligrosamente a los terrenos de Camela.

    13. «A por ti». La tercera de las canciones no compuestas ex profeso para Superestar y, sin duda, una de las más populares de la artista. Poco que añadir, salvo que me sigue haciendo mucha gracia la parte de «Hoy voy a salir sin ropa interior».

    14. «Ven, ven, ven (Hiroshima Mix)». Como broche de oro para un álbum imprescindible, un breve experimento sonoro a capella y con vocoder a cargo de Ibon Errazkin y Teresa Iturrioz, miembros del desaparecido grupo donostiarra Le Mans.

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