Mi formato de televisión favorito ever es The Traitors (o Traitors a secas, en su versión española), que funciona como reality que no humilla a los concursantes y como artefacto de suspense, lógica y estrategia; es emocionantísimo. Y de todas sus variantes internacionales, mi favorita es, por supuesto, la británica. Sus tres temporadas son impresionantes, así que cuando finalmente empezó, la semana pasada, The Celebrity Traitors, la versión protagonizada por famosos, para mí es como si hubieran comenzado a la vez Eurovisión, la Champions y Operación Triunfo.
En realidad, la primera temporada de la versión española ya era de celebrities, con un casting que estaba muy bien y que tenía entre sus nombres a Anna Allen, Fernando Guillén Cuervo, Abril Zamora, Juan Sanguino o Cristina Cifuentes. Pero es que en la de UK está gente como Alan Carr, Stephen Fry, Jonathan Ross, Tom Daley, Charlotte Church o Celia Imrie. Es increíble ver a gente tan witty enfrentarse a los mismos dilemas y ser tan poco hábil descubriendo la identidad de los traidores (porque esa, básicamente, es la mecánica del juego, pero que tampoco es muy de contar sino de vivir) que los concursantes menos conocidos. Pero es también increíble verlos enfrentarse a ello con ese humor. Y también es muy curioso ver que nadie está a salvo de los problemas de spelling a la hora de escribir en la mesa redonda los nombres de los sospechosos en la pizarra, por mucho que pudieras pensar lo contrario.
El único problema es que esta edición la estoy viviendo casi en tiempo real: se está emitiendo ahora mismo a razón de dos episodios por semana, así que a diferencia de las anteriores, que fue puro binge watching, ahora tengo que morderme las uñas esperando a la resolución de la semana que viene.
Hablando de Operación Triunfo, también lo estoy viendo, religiosamente, como casi siempre, aunque he de decir que este año encuentro pocos alicientes a los que asirme en cuanto a los participantes, ni como concurso de canción en sí ni en cuanto a posible proyección futura. Ni veo una ganadera clara, como el año pasado lo era Ainara Naiara (aunque después no se ha comido un rosco, la pobre ―este año, si tengo que apostar, será Cristina); ni tengo una figura clara con la que enrocarme emocionalmente, como me pasó el año pasado con Juanjo; ni nadie a la que le vea especialmente una proyección posterior cuando las luces del programa se apaguen. Excepto a Lucía Casani (en el vídeo, la rubia), que sí creo que tiene el talento y magnetismo suficientes como para trascender más allá de diciembre. Una pena, y una injusticia, que tanto ella como Judit estén nominadas esta semana, habiendo gente que se lo merece muchísimo más (¿Max? ¿Hola?).
Este año no estoy siguiendo casi nada OT por redes sociales, a veces echo medio ojo, pero creo que los mejores momentos de vivirlo live ya pasaron; donde hubo ingenio hay hate, y eso me interesa menos, pero de la anterior edición recuerdo aquel mantra que decía: «Es la única persona de la que cuando acabe todo esto me compraría un disco o iría a un concierto» (normalmente referido a Paul Thin). Bueno, pues yo…
Lloro siempre que veo este vídeo. Sed fans siempre. Let people enjoy things.
(Ya hablaremos de «El destello» y del disco de Juanjo, lo tengo pendiente).

Deja una respuesta